El pecado masivo en la era 3.0.
"Nos han vuelto más vanidosos. Ahora compartimos imágenes de lo que queremos mostrar como nuestra vida o identidad para que nuestro entorno y la sociedad, en general, nos vea como alguien casi perfecto: guapo, líder, inteligente, culto, cool...". El exceso de postureo (como de todo en la vida) no es bueno. La necesidad de aprobación constante puede derivar en un problema "patológico". señala que "algunas personas, de tanto aparentar ser lo que no son, son absorbidos por el personaje que intentan mostrar públicamente. Aparentar lo que no se es desgasta, frustra, genera tensión, produce estados emocionales negativos, pudiendo llegar incluso a la depresión". No todo el mundo llega a tales extremos en el arte del postureo, pero son legión los que lo han practicado alguna vez. "A pesar de mi obvio atractivo físico, evidente nivel intelectual y arrebatadora presencia física y online, uno siempre cuida su reputación para intentar aparentar ser (aún más) irresistible. Intentar impresionar a la gente es un pecado masivo en el 2.0. ¡El que esté libre de pecado, que cierre sus perfiles en redes sociales!", reconoce a carcajadas Fernández. Añade que hace falta mesura a la hora de juzgar lo que uno se encuentra en estas plataformas digitales: "Nadie es tan guapo como en su Instagram... ni tan feo como en su foto de DNI. Ni la vida tan interesante y guay que parece vivir la gente a través de su perfil en Facebook es tal". "Las redes son sueños, y los sueños, redes son", podría haber dicho Calderón de la Barca de vivir hoy en día. Debemos ser realistas, "no todos podemos triunfar en la vida"