20 horas de ordenador me parecían media hora...
Daniel de 17 años se ilumina al recordar su vida anterior a junio, cuando sus padres —asesorados por el orientador del instituto al que ya nunca acudía— le obligaron a ir a una terapia para atajar su 'adicción' a Internet. "Mi día a día era levantarme. Si acaso, ir al instituto, al baño, dos o tres veces, comer y el resto estar en el ordenador. Acostarme a las tres de la madrugada, si no a las 6 algunos días, después de jugar a videojuegos, escuchar música o ver una peli o una serie. Siempre he sido de estar solo, haciendo lo que quiero, tranquilo y sin que nadie me moleste". Ahora Daniel no se pasa el día encerrado en su habitación. Tiene limitadas a dos horas su tiempo de esparcimiento frente a una computadora y un móvil sin datos. Gregorio y Maribel, los padres de Daniel, notaron que algo no iba bien cuando vieron que su hijo faltaba al instituto. "Nosotros no le pedíamos que sacara buenas notas, solo que cumpliera el horario escolar". Pero ni rebajando al máximo las exigencias lograron que asumiera esa mínima obligación. Había días en los que ni entre los dos conseguían sacarle de la cama. "Intentábamos arrastrarle, pero se vivían en casa situaciones de mucha violencia. No se podía razonar con él. Se nos escapaba de las manos. Solo nos quedaba denunciarlo a la Policía o iniciar unas peleas que no conducían a ningún sitio", reconoce Gregorio. No puede decirse que no lo intentaran. Fueron muchas las noches en las que apagaban el módem y lo escondían, "por los armarios y hasta en el coche", y se quedaban todos en la casa sin Internet. "Pero él se ponía a buscarlo y siempre lo encontraba y se conectaba cuando dormíamos". Para sus padres, Daniel se transformaba en otra persona completamente distinta por su adicción a los videojuegos.