El estremecedor relato de un culturista: «Pensé que me moría»
ace tiempo que Alberto Garrido (Ferrol, 1974) decidió poner los puntos sobre las íes y contar su historia. Incluso ha ido un paso más allá y después de superar una adicción a los esteroides anabolizantes (los consumía para practicar culturismo) que a punto estuvo de costarle la vida, colabora con la Agencia Española para la Proteccion de la Salud en el Deporte (AEPSAD) pronunciando conferencias al respecto.
Su ingreso por urgencias en el hospital fue el principio del fin de su adicción a los anabolizantes. «Bueno, es que sentí mucha vergüenza. No es lo mismo entrar en urgencias con un pie roto que en ambulancia. La cosa cambia, las caras de los médicos, tus padres llorando... te das cuenta de que entraste a punto de morirte. La enfermera, alguien que no conoces de nada, se puso a llorar y me acojoné. Es la única vez que pensé: 'Me muero'. Las venas están en mal estado, generan pus y hay riesgo de infección. Y mientras yo estaba ingresado, pensando que perdía músculo allí parado».
«Después de veinte años dopándome, el cuerpo dice basta y es ahí cuando lo dejo», insiste antes de justificar lo explícito de su relato personal. «Lo cuento de esta manera porque no quiero que a nadie le pase. A algunos no les pasa nada y otros se mueren. No todos acaban como yo. Otros se echan novia y lo dejan. Mi caso fue extremo. No es lo normal, pero sucede. Es necesario contar los detalles para que la gente se conciencie. No son agradables, pero de otro modo no me expondría, y busco que la gente reaccione y tenga una opción B ante lo que no le cuentan los que les venden las sustancias. Y aunque puede que no le pase, pero si juegas con fuego quizás te quemes», argumenta.
Deporte aficionado
Uno de los detalles que resalta es que Alberto Garrido nunca se planteó ser profesional del deporte. Ni tan siquiera competir. «Me entrenaba para estar fuerte y grande. De chaval, jugaba al rugby porque era gordo y era a lo que podía jugar. En esa época se pusieron de moda las películas de Stallone y Schwarzenegger, y las de Karate. Así que unos se apuntaban a karate y otros nos apuntábamos al gimnasio. De joven, yo tenía baja la autoestima. Y pensaba que si tenía un cuerpo así, nadie me iba a volver a pegar. Me daban impresión esos cuerpos», explica.
Sin embargo, la lentitud de sus progresos corporales le llevó a una frustración que derivó al consumo de esteroides anabolizantes. «Vas al monitor y le preguntas: ‘¿Qué más puedo hacer?’. Y algunos te dan eso para tomar, para lucrarse con la salud de los demás. Y lo notas. En una semana gané doce kilos, cuando en un año solo había ganado cuatro. De repente ves que no te pegan, que las chicas quieren estar contigo... ¿hay algo más adictivo para un chaval que eso? Los esteroides anabolizantes son un atajo muy goloso, pero muy peligroso. Y son sustancias prohibidas. Eso es importante saberlo», relata.
«Hay muchos paralelismos con la drogadicción. Compras en el mercado negro, te lo tienes que autopinchar a días alternos, lo haces a escondidas, no lo reconoces, mientes, niegas... Pero este tipo de drogas del deporte no parecen estar tan mal vistas. Y se puede extrapolar a otros deportes. Es un problema de todos, de salud pública. Aficionado y profesional. La gente le ha perdido el miedo a estas sustancias. Nadie hace un ciclo solo. Como los drogadictos, siempre quieres más. Ahí está el problema. Y reduces el descanso entre ciclos. Y luego, ya te ciclas todo el año», abunda.
Garrido, que dice estar «hormonalmente recuperado», aunque sostiene que «el daño está hecho» y que arrastra secuelas de todo tipo, superó su adicción en casa con la ayuda de un endocrino, el médico de cabecera, un traumatólogo y un psiquiatra, ante la ausencia de centros especializados y un protocolo desarrollado para la vigorexia.
El ferrolano acusa al culturismo, y otras disciplinas como el atletismo y el ciclismo, de sostener un «discurso falso e hipócrita» porque considera que el dopaje está extendido y ante la incógnita de si se puede practicar deporte sin doparse asegura. «Eso también decía yo, que hay manera de practicar este deporte sin tomar esas sustancias. Me insultan y recibo amenazas, porque hay gente a la que no le gusta lo que digo porque gana dinero con esto», zanja.
La recuperación fue dura para Alberto. «Lo dejé al salir del hospital. Aunque durante seis meses recaía, iba al gimnasio a escondidas, mentía al psicólogo y al endocrino. Lo superé gracias a su ayuda y la de la familia, porque el que te vende anabolizantes, cuando tienes problemas, desaparece o no te da respuestas. La culpa es siempre de los demás», dice. «Te apartas de tu entorno, de tus amigos, les mientes. Te unes a los del gimnasio porque no tienes que justificarte a cada momento. ¿Cómo le explicas a tu novia esos productos de la mesilla de noche? ¿O que en vacaciones no comes en los restaurantes? Mi pareja me dejó porque te pones insoportable», concluye.
«Fueron cuatro años y medio, hasta que mi mente aceptó a mi cuerpo, porque en un año perdí todo el músculo y engordé», explica. Entonces le llamó el comandante de la Guardia Civil Enrique Gómez Bastida, siendo director de la AEPSAD, y le pidió que colaborase contando su calvario. «Lo hago para concienciar. No hay conciencia social del peligro. La gente no las ve peligrosas. No lo sabe. Es necesario prevención y educación. No se puede llegar a un gimnasio y que alguien te venda el ciclo sin información», apunta. «Noto mucho apoyo . Me llaman desde otros países. Hay deportistas agradecidos, que me dicen que tras saber mi historia se le quitaron las ganas de hacer un ciclo», asegura.
No ha regresado a un gimnasio para practicar culturismo. «No tengo interés, pero recomiendo las pesas. Son buenísimas cuando se hacen asesoradas por profesionales de verdad. Si pudiera, las volvería a hacer. Pero mi cuerpo se resquebrajó. Aplaudo el culturismo natural, el que no usa sustancias ilegales. Cada vez hay más competidores que no consumen drogas y van a un endocrino para que les dé proteínas para aumentar la masa muscular y les orienta sobre suplementos. Ojo con esto también porque no es bueno dejarse llevar por cualquiera que se hace llamar nutricionista. Que no se fíen de los gurús de gimnasio, solo hacen negocio con ellos. Así nunca llegarán a los extremos que viví yo, aunque quedarán de últimos en los campeonatos», reflexiona.