Me metia clarasol, pino, fabuloso mi muñon.
Y ahora, a mis treinta años, era la primera vez que me pasaba, me sentía libre. Tan solo pasaron dos meses cuando pasé de la marihuana, que debo aceptar que no me encantaba, a la cocaína. Fue increíble lo que me provocó desde la primera vez, me sentía poderoso, capaz de hacer cualquier cosa.
Yo pensaba que las personas que consumían cocaína solo les hacía falta una "raya" para experimentar los grandiosos efectos, pero no, cada hora de esa fiesta donde la probé tenía que volver a consumirla para notar la sensación tan agradable que me provocaba.
El día siguiente fue un infierno, tenía una especie de cruda, me dolía la cabeza, la nariz y tenía un gusto amargo en la boca. Me juré a mi mismo no volver a consumir jamás. No lo cumplí ni de lejos, todo lo contrario.
En el inicio de mi adicción era consumidor "social", solo me metía coca en las fiestas, reuniones o cuando iba de antro. Pasados seis meses empecé a necesitar la droga casi todos los días porque los efectos se pasaban cada vez más rápido. Luego me pasé al "speed", porque, al tratarse.