Mi experiencia con la fobia social
Algo similar le ocurre a Antonio, granadino de 38 años que ‘huyó’ de España porque estaba sumido en una depresión que le impedía salir a la calle y le hacía pensar constantemente en el suicidio. Se marchó a Londres y allí es profesor de idiomas en colegios y centros de adultos.
Dice estar «encantado» de hablar en público, pero teme ir a un supermercado o a fiestas. «No puedo entrar en una habitación donde hay personas charlando entre ellas, me resulta difícil mantener la mirada cuando hablo con alguien, no puedo seguir lo que me dicen, mi cabeza se nubla, sólo pienso que me están mirando, que me voy a poner nervioso, que se me nota. Me horroriza encontrarme con alguien conocido por la calle, me tiembla la voz si le tengo que saludar, comienzo a sudar, me falta naturalidad…». Es el escalofriante relato de Antonio, que comenzó a sufrir fobia social a los 13 años y que dice no tener amigos ni pareja por un trastorno que ha intentado solucionar acudiendo a «innumerables» psicólogos y psiquiatras, tomando pastillas, pasando tests, haciendo relajación o yendo a grupos de terapia cognitiva. El resultado, según él: cero.
«Creo que este problema no tiene cura porque ni los profesionales nos comprenden. Cuando te armas de valor para ir al médico, resulta que no tiene ni repajolera idea de lo que le estás contando, piensa que te pones nervioso por los exámenes y te manda píldoras para dormir. Cuando vas a un psicólogo o psiquiatra tampoco entiende mucho del tema. Es patético».