Ataques psicodélicos
Cuando Charles Nemeroff conoció por primera vez a su paciente, la mujer de 32 años ya había consultado a varios psiquiatras. Al principio, la mujer, cuya identidad no se revelará para proteger su privacidad, tuvo pensamientos paranoides y acelerados e insistía en que había dispositivos auditivos en su teléfono y personas que la vigilaban; incluso vendió su casa en un intento por huir de ellas. Tras tomar medicamentos antipsicóticos, su manía y psicosis disminuyeron, pero fueron remplazadas por una depresión debilitante.
“En el momento en que la atendí, decía: ‘No siento nada en absoluto. Mi estado de ánimo nunca cambia. Estoy completamente vacía’”, narró Nemeroff, quien es presidente del Departamento de Psiquiatría y Ciencia del Comportamiento en la Universidad de Texas, en la Escuela de Medicina Dell en Austin.
Aunque la mujer estuvo en tratamiento por depresión leve durante 10 años, solía tener una vida social plena y una carrera profesional gratificante. Esto —la psicosis seguida de la depresión grave— fue algo distinto. Y el detonante fue su consumo de psicodélicos.
Ocho meses antes, la mujer había probado los hongos alucinógenos por primera vez con unos amigos y la pasó tan bien que los volvió a consumir al día siguiente. Sin embargo, en la segunda ocasión, algo salió terriblemente mal.
“Sufrió un episodio psicótico intenso por primera vez en su vida”, explicó Nemeroff, quien publicó la historia de la mujer como un informe de caso en la revista The American Journal of Psychiatry en diciembre. Sus amigos, que tomaron la misma sustancia que ella en ambas ocasiones, no experimentaron efectos adversos duraderos.