María y su cambio de vida con Matías
Desde pequeño ella me cuenta que ha sido un sinvivir, Matías no paraba quieto, le decía que no tocara algo y lo tocaba. Se caía a menudo, se rompió una pierna, le daban puntos en la barbilla, se tiró a la piscina sin saber nadar y su madre tuvo que tirarse para sacarlo y en el colegio estaba siempre castigado, cada día había ocurrido algo o hacía daño a algún niño.
En casa, María intentaba marcar límites pero era altísimo el nivel de ansiedad que había. Tenía rabietas constantemente, todo le parecía mal se ponía violento y agresivo. Llegado ese punto en el colegio le remitieron con cinco años a un centro especializado en niños con TDA-H y ahí le diagnosticaron TDA-H con hiperactividad e impulsividad. Entre otros profesionales (pediatra, el centro de TDAH, colegio…) entró en mi consulta pidiéndome ayuda.
María cuenta que hay un antes y un después cuando empezó a sustituir la autoridad por la paciencia. Sobre todo, cuando empezó a entender el problema y a descubrir que Matías era un niño dulce, cariñoso, sensible y bueno.
El hecho de no castigarle y reñirle constantemente sino de hablarle y de aplicar una serie de herramientas, ha hecho que sus reacciones sean menos violentas, más espaciadas, ya que él se va dando cuenta de lo que le pasa. Dos años después, María ve que su hijo está mejor que nunca, que todos en la familia disfrutan de él y que no hay que rendirse ante este diagnóstico. Su camino ha sido largo pero merece la pena recorrerlo.