TESTIMONIO REAL DE VIDA DE UN JUGADOR
Cuando uno llega a la asociación suele ser porque le han pillado con el “carrito del helado”, le ponen un ultimátum y le exigen que cambie o se vuelve para casa de su madre. Ese fue mi caso.
Considero que el fondo ya lo había tocado tiempo atrás, me estaba limitando a pasear por él, hasta que un día llamaron del banco para decirle a mi mujer que no le quedaba nada de dinero en su cuenta. Aún así, se me ocurrían 200 excusas y explicaciones inverosímiles por minuto para justificar esa falta de efectivo. De hecho, cuando ella me llamó para decirme que le habían “birlado” sus ahorros, yo salía de jugármelos en un salón. Pero hay cosas que son indefendibles. Cuando llegué a casa, con mi mujer delante, tardé del orden de 2 horas en confesar. Cuánto nos cuesta el afrontar las cosas como son, llamarlas por su nombre y echarle un par de narices a la vida. Estamos tan acostumbrados a mentir que se nos olvida lo fácil que es decir la verdad.
La imaginación de un adicto es realmente fascinante. Somos capaces de elaborar cualquier historia con objeto de salvar nuestro culo y seguir saciando nuestras necesidades. Hacemos gala de una memoria impresionante para ser capaces de cuadrar todas esas pequeñas y grandes mentiras sobre las que vamos construyendo nuestra vida. Vida que somos totalmente nulos para disfrutarla. Estamos en un universo paralelo al real. Vivimos por y para nuestra adicción, mientras los días, meses y años pasan… y seguimos sin tomar las riendas de nuestro propio camino.
En mi caso empecé a jugar bien pequeño. Ordenadores, consolas…era un mundo totalmente diferente. Dónde dándole a un botón o manejando un joystick eras capaz de ganar una copa del mundo o salvar a la raza humana. Esa adrenalina es parecida a la de la partida de rabino o mus en la facultad, en la que te juegas parte de los cuartos que tienes en lugar de estar en clase. Y se parece bastante a la “gustera” que llevas después de haberte metido unas cuantas rayas de “speed”. Y qué decir de la emoción con la que ves un partido en el que te has jugado la nómina a que hay más de 3 goles. Pero de repente te quedas sin vidas en el videojuego, te cierran el rabino en la segunda vuelta, la pareja contraria lleva duplex y 31, llega el martes y todavía no eres persona del bajón que llevas y resulta que en el partido sólo meten un gol y estás a día 3 y no tienes ni para un café. Todas estas sensaciones las he vivido mil y una veces a lo largo de los 15 años que llevo como adicto. Día tras día, año tras año. Era consciente de que lo que hacía no era normal, que seguramente tenía un problema, pero mientras vas drogado o estás jugando ese sentimiento lo entierras profundamente.
Fuente: http://www.azajer.com/index.php/testimonios