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Creando estilos de vida sanos

Yo solo me drogaba porque querĂ­a socializar

Yo no empecé a consumir drogas desde muy joven, de hecho, fue hasta pasados los treinta años cuando entre al mundo de las drogas, solo quería socializar con la gente de mi nuevo trabajo que era mucho más joven que yo, no quería que pensaran que era un fresa o un mocho.

Cuando llegué a mi casa le conté a mi esposa lo que había hecho y se sorprendió mucho, me dijo que le parecía una estupidez que a estas alturas haya empezado a experimentar con las drogas, la verdad yo pensé lo mismo, pero lo hecho, hecho estaba.

En ese tiempo, cuando me inicié en las drogas, me sentía como un adolescente tratando de hacer "nuevos amigos", pero la verdad es que resultó. Mis "nuevos amigos" me invitaban a todos lados, me llamaban, en fin, me incluían en todos los planes que hacían, aunque todo estaba relacionado con el consumo, pero no creí que fuera un gran problema.

Yo siempre había sido un solitario, pero esto tenía una explicación, mis papás nunca me dejaban hacer nada, no podía salir y esto me limitaba en mi vida social porque aunque me invitaran a fiestas o salidas nunca podía porque no me daban permiso, aunque esto no lo decía porque me daba pena, ¿cómo un hombre tenía que avisar sobre cada uno de sus movimientos? Pues yo sí. Mi mamá era sobreprotectora conmigo y mis hermanos. Casi puedo afirmar que me casé para poder salir del yugo familiar.

El inicio de mi adicción era consumidor "social", solo consumia en las fiestas, reuniones o cuando iba de antro. Pasados seis meses empecé a necesitar la droga casi todos los días porque los efectos se pasaban cada vez más rápido.

Las primeras consecuencias las viví en mi casa. Al principio mi esposa no se dio cuenta, pero me reclamaba el hecho de que todos los fines de semana saliera de fiesta y ya no hiciera cosas con ella. Mis papás también se quejaron de que ya no iba a comer con ellos los domingos. La verdad es que me sentía tan "crudo" que me era imposible moverme de la cama.

Luego vinieron los problemas de dinero. Mi esposa, que trabajaba, se dio cuenta de que me acababa mi sueldo muy rápido y no veía que comprara nada. Entonces se empezó a preocupar.

Las repercusiones de mi excesivo consumo de drogas empezó a reflejarse en mi trabajo. Ya no era la persona creativa y responsable del principio, me convertí en un tipo malhumorado y que aprovechaba el menor descuido para evitar cumplir con mis obligaciones. Mi jefe se hartó y me corrió.

Como ya no tenía ingresos empecé a robarles dinero a mis padres, sin ningún reparo, incluso de forma descarada, pero es que no podía estar sin consumir ni un solo día.

Un día, al volver de una juerga en la madrugada, empecé a sentir que me aprisionaban el pecho y de pronto caí desmayado. Me había dado un pre infarto, ¡a mis treinta y cuatro años!

En este punto me di cuenta lo que me había estado pasado en los últimos años, todo era horrible. No voy a decir que acabé con los indigentes, ni que me enfrenté a una situación de riesgo.

Mi familia me llevó a un centro de desintoxicación donde espero poder recuperarme y, sobre todo, no recaer en este infierno de las drogas. Mi esposa no regresó conmigo, no pudo perdonarme. La entiendo perfectamente. Me lo merezco.

No voy a soltar un discurso sobre las consecuencias que tiene consumir drogas, solo les pido que se vean reflejados en mi historia y se pregunten si es que vale la pena sacrificar tu vida por el consumo. Yo creo que no.