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Creando estilos de vida sanos

Ludopatía, una enfermedad que te incita a la mentira

En mi vida yo no había conocido lo que era el juego, en serio. No sabía ni entendía lo que era, nunca había ido a un casino. En 1998 estaba una tarde con dos amigas y una de ellas nos dice: “¿Qué les parece si dentro de un rato nos vamos al casino?”. Yo le respondí: “No, no, no, nunca he entrado a un casino”. Y ella insistió: “Vamos, vamos, que es muy divertido, vamos a estar un rato sólo”. Al final nos convenció.

Cuando entré me quedé deslumbrada. ¡Realmente! Me quedé deslumbrada. Me impactó el ambiente, las luces…

Yo jugaba a la ruleta y ¡me encantó, realmente! Estuvimos un rato y gané bastantes billetes. Salimos de ahí y fuimos a tomar algo, y me sentía muy contenta con ese dinero...

Al principio fue algo social. Dicen que el jugador social puede manejar perfectamente su situación, juega cuando quiere. Yo empecé así.

Empecé a ir sola, de vez en cuando, y se me empezó a hacer cada vez más necesario ir; así lo sentía, como una necesidad. Al mismo tiempo, sentía como… un gusto, un placer… Pero era algo muy enfermizo. Porque yo no me daba cuenta, pero me sentía muy mal después.

Después empecé a perder. Además, iba a escondidas de mi familia, así que lo hacía con mucha culpa.

Juagaba sin que mi familia se enterara, mi marido ni se enteraba, él viajaba de vez en cuando, así que yo lo hacía más cuando él viajaba.

La situación empeoro cuando no gastaba dinero en nada y guardaba todo para el juego. Soy docente y, en ese momento, trabajaba en un colegio. El casino tenía el cajero automático junto a la puerta. Así que yo salía y extraía. He llegado a jugarme mi sueldo entero y a endeudarme con otras personas, a vender cosas que me habían regalado mis padres…

Pasaron alrededor de dos años, un día  llegué a mi casa y coincidí con mi marido, que había regresado antes de lo previsto de un viaje.

Me preguntó de dónde venía y yo inventé toda una historia. A los tres días me dijo que había estado investigando y que descubrió el problema que tenía. Encontró recibos de préstamos, tickets de bingos…

Me dijo que había decidido ir a ver a un grupo de autoayuda, para preguntar cómo se resolvía esto. Habló con el grupo y le aconsejaron que tenía que quitarme de todas las cuentas, quitarme el acceso a nuestros ahorros, y que él también, si quería ayudarme, debía acudir a otro grupo para familiares.

Empecé mi recuperación el primero de octubre, consto bastante, porque apesar de asistir ahí yo seguía jugando, iba al grupo y lloraba porque no podía, no podía dejar de hacerlo. El grupo era muy contenedor y en las terapias yo sacaba todo, soltaba todo.

La gente que asistía eran personas mayores, incluso ancianas. Ellas me contenían mucho, pero me ponían los límites, también. Porque creo que es la única manera de decir las cosas: tal cual son, no andar con halagos, sino diciendo la verdad, la cruel verdad.

El 1 de octubre cumplo 17 años de abstinencia. Eso sí, nunca más he vuelto a jugar a nada.