Mateo Gualdaroni Sacristán
Me llamo Mateo y tengo 26 años. Vivo en Madrid pero hasta los 13 años he vivido en Italia. De mi infancia tengo recuerdos muy bonitos: ir al parque y pasar muchas horas jugando, estar en el barrio y creerme famoso ya que me conocían muchas personas, jugar al futbol, ir al colegio… en definitiva me sentía el protagonista de mi vida.
Pero no todo era tan bonito, la salud de mi padre estaba empeorando y le diagnosticaron de una patología mental que desconocía: la esquizofrenia. En ese momento mi padre no quiso dejarse ayudar por profesionales especializados, y en consecuencia la situación familiar se desestabilizó y me vine a vivir a España.
Después de este suceso me entraron un montón de miedos e inseguridades. En ese tiempo no quería ir al colegio y rechazaba quedar con mis amigos.
Lo único que quería era quedarme en mi habitación debajo de las sabanas. Escuchaba voces y tenía mucho miedo y notaba que todas las personas me miraban. Estuve encerrado durante tres días en mi habitación.
Por suerte, me sacaron de la habitación y estuve ingresado en un centro de salud mental cuatro semanas. Sinceramente no fue la mejor experiencia de mi vida. La parte positiva fue que la intensidad de mis voces disminuyó muchísimo. La medicación seguro que ayudó a mejorar este aspecto.
Después de tratarme con varios profesionales, a los 17 años me diagnosticaron de esquizofrenia paranoide. Se caracteriza por una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta.
Os tengo que decir que me sentía una persona peligrosa por lo que escuchaba en la televisión y en los medios de comunicación. Cuando volví al colegio no lograba estudiar y no aprobaba. En ese momento no era capaz de entender nada.
Tengo que reconocer que eché la culpa a mi familia por sus decisiones y me peleé tanto con ellos que incluso en alguna ocasión tuvieron que llamar a la policía. Me enfadé con seres sobrenaturales (extraterrestres) y pensaba que Dios no existía y que era todo una farsa. No tenía una red social ya que no quería socializarme, ya que sentía que me miraban mal. Me sentía raro y anormal.
Pensaba que no tendría futuro. Me imaginaba que acabaría en la calle o que me convertiría en un criminal que tarde o temprano ingresaría en prisión. También pensaba que mi futuro estaría ligado a un centro de salud mental de por vida.
Pero a día de hoy las cosas han cambiado mucho y nada es como me imaginaba. Valoro cada día que vivo y estoy muy orgulloso de los avances que he realizado.
Por ejemplo tengo unos grandes amigos, una novia que quiero muchísimo y una familia de la cual me siento muy afortunado. Todo esto lo he logrado con muchas dificultades pero ha merecido la pena. A día de hoy puedo decir que tengo una vida plena.
También me gustaría comentar con todos los que me estáis leyendo, que he descubierto que Mateo es mucho más que un diagnóstico, ya que para mí un diagnóstico es una manera de etiquetar a una persona. Yo no me considero un enfermo, sino una persona.