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Creando estilos de vida sanos

Testimonios bulimia

Era feliz pero un día todo cambió, no se bien porqué decidí saltear el almuerzo de comedor y sólo comer una “Tita”. Ahí comenzó el infierno, mi carácter se transformó, de ser alegre, llena de vida, me volví histérica, gritona, hacía escándalo por todo, especialmente a la hora de comer. Escondía las galletitas del desayuno en el cajón de cubiertos de plata de mi abuela, la volvía loca a la hora de cenar para que me sirviera menos, detestaba mis piernas y la balanza era mi obsesión. Temía no tener novio y quedarme sola de por vida. Cuando cumplí 9 años había perdido muchísimo peso, desesperadamente mi papá me llevó a distintos doctores y psicólogos y nadie sabía lo que me pasaba.


Por suerte, a fin de año una psicóloga me diagnosticó anorexia y gracias a ella comencé a recuperarme y creí que nunca más la enfermedad volvería a invadirme, cuanto me equivoqué… A mis 15 años volví a caer en lo mismo.


A diferencia de antes era consciente de lo que me pasaba pero no lo podía manejar, la obsesión por ser flaca era más fuerte. Mi vida estaba basada en contar calorías, tirar la comida en los recreos, solo comer en público cuando no tenía otra opción, en ocultar mi cuerpo bajo ropa bien holgada y engañar a los médicos cada vez que me pesaban escondiendo pesas dentro de mi ropa interior. Mi vida se había llenado de ritos y obsesiones de todo tipo que guiaban mis acciones. Tenía pánico al descontrol, hasta que un día volviendo de una fiesta encuentro a mi tía abuela en casa sufriendo un paro cardíaco. Luego de llevarla al hospital y de morir a las pocas horas, sentí unos deseos descontrolados por comer la torta que estaba guardada en la heladera y así fue como comencé a comer compulsivamente, y cuando me quise dar cuenta estaba vomitándola.


Al día siguiente mi único objetivo era compensar todo lo que había comido el día anterior y así sin darme cuenta conocí a la otra cara del infierno “la bulimia” entrando en un círculo vicioso de “restricción-atracón-vómito”. Transformando mi vida en un gran caos, todo lo que creía poder controlar y manejar se desbordó.


Aparejado con mis conductas irracionales con la comida comenzaron mis conductas impulsivas de todo tipo, mis deseos de vivir al filo, al límite, mi necesidad de asumir riesgos sin medir las consecuencias, mis altibajos emocionales.
Mi vida comenzó así a ser regida por la mentira, la manipulación, los sentimientos de vacío desmedidos, la falsa seguridad depositada en el cuerpo…


Cuántos recuerdos que desearía borrar, que nunca hubiesen existido…
Me acuerdo cuando trabajaba, mi jefa me tenía que dar el sueldo por día porque si cobraba mucho dinero junto lo gastaba todo de golpe… o la vez que me escondí en mi saco un dulce de leche del supermercado de la esquina de la desesperación por comer y no tener plata en el bolsillo… o cuando en 5to año ya no teniendo faltas seguía faltando a causa de haberme atraco nado o porque me rateaba junto a mi novio de aquella época quedándome así ´libre” … o cuando le desvalijaba la heladera a mi abuela y le gastaba toda su plata para darme atracones… o cuando salía sola de noche alrededor de las 3 o 4 de la mañana en pleno ataque de ansiedad buscando algún quiosco o autoservicio… o la vez que me quise escapar de casa de mi papá saltando unas rejas altísimas y empecé a correr sin saber hacia dónde y sin un peso en el bolsillo… o cuando me quise escapar del tratamiento y me tomé un taxi sin saber que hacer…
Cuánto tiempo perdido, cuántos años de mi vida desperdiciados por un objetivo sin sentido… y de a poco fui ganándome la desconfianza de todo el mundo, la mentira y la deshonestidad eran palabras que me caracterizaban y cada vez más alejaba a mi familia, mis amigos, mi novio. Perdí así también mi trabajo y en mis estudios me atrasé muchísimo.
Mis cambios de ánimo tampoco los podía controlar, pasaba de ser la más simpática y divina en una reunión social a la persona más depresiva del mundo y de nuevo las personas que más pagaban el precio de estar al lado mío eran quienes más me querían, quienes no tenían porqué soportarme así.


Hoy por hoy, lejos me animo a decir que me siento curada, creo que es un gran camino por recorrer y que es un desafío y una decisión que debo encarar cada día siendo consciente de que yo soy la única que puede manejar mis impulsos, mis cambios de ánimo y que si bien no soy la culpable de que todavía aparezcan, si soy la persona responsable de saber manejarlos. Existen otros valores y otros objetivos en la vida más que ser flaca, existe un mundo real que si bien es duro a veces, es muchísimo más bello que vivir una vida encerrada en uno mismo.

Fuente: http://aluba.org.ar/home/testimonios/