Experiencia de Constanza y el uso de sedantes
No soy anti-medicación, pero tampoco pro-medicación ante cualquier síntoma. Hay cuestiones muy concretas: la medicación, mal administrada, hace muy mal. Te pueden matar o, incluso, cosas peores, por medio de una mala medicación o de una mal profesional que te la prescribe.
Quizás mucho de lo que genera que la medicación psiquiátrica sea tan temida por los antimedicación, sea por los efectos secundarios que puede generar y porque hay una relación costo/ beneficio que no es tan seductora como la de un ibuprofeno. Si vamos al caso, en algún momento fui antimedicación, justamente por esta razón.
Me medicaron por primera vez a los 16 años, porque me temblaban las manos. Un neurólogo me recetó un ansiolítico y me mandó al psiquiatra. El psiquiatra creyó que tal vez un antidepresivo me haría bien. Unas consultas después, al ver que yo seguía igual, me agregó un antipsicótico. La primera vez que lo tomé, sentí que mi cerebro se transformaba en una almohada y empecé a dormir como un tronco. En la siguiente consulta, al referir mis síntomas de cerebro-almohada y mucho sueño, el doctor me indicó otro antipsicótico. Obviamente, no me sacó nada de lo que ya venía tomando. Estuve unos meses con esa medicación algo excesiva, y empecé a engordar un poco. Se lo comenté al psiquiatra, y me reemplazó un antipsicótico por otro. Me agregó un tercer antipsicótico y un segundo ansiolítico. Como no podía relajarme antes de dormir, me agregó un hipnótico. Exceptuando el reemplazo de los antipsicóticos, nunca me sacó ninguna medicación, y jamás me redujo las dosis, sino que iban aumentando progresivamente. Mi peso hizo lo mismo: de los 16 a los 18 pasé de pesar 48 kilos a pesar 127. Obesidad mórbida, comiendo muy poco, ya que dormía 16 horas por día. Se me retiró la menstruación, tuve un incremento de prolactina enorme, me llené de estrías, etc. Hormonalmente y metabólicamente, nunca volví del todo a la normalidad. ¿Cómo no temerle a la medicación, entonces?
Diré que me llevó bastante tiempo poder superar este terror, a pesar de que hubo un problema que nadie pudo resolver: que tengo ansiedad. A veces me tiemblan las manos por este motivo, otras veces tengo taquicardia y, la mayor parte del tiempo, estoy preocupada por alguna cuestión que escapa a mi control. No es placentero vivir con esos niveles de ansiedad y, pese a que uno se acostumbra a todo, hace un par de años decidí darle una oportunidad a otro psiquiatra para ver si me podía ayudar. Esta vez fui con toda la información acerca de mí misma, incluyendo mi diagnóstico de autismo. Lo primero que hizo fue recetarme un ansiolítico, porque me temblaban las manos… Pero la similitud termina ahí. Me dejó que lo tome cuando realmente lo necesito, sin una frecuencia estipulada, sino cuando tengo un ataque de ansiedad, y así vengo funcionando bien. Tal vez sea porque en vez de escucharse a sí mismo, este psiquiatra decidió que yo sé exactamente cuándo me siento bien y cuándo no.