D. Hernández.
– ¿Cómo caíste en el consumo de drogas, en la adicción, a qué edad?
– Con sólo 13 o 14 años. Empecé a consumir dejándome llevar por las juntas de amistades que tenía por aquel entonces, de las cuales el 90 por ciento o están muertos o presos. Entre ellos, un hermano que falleció con 18 años por sobredosis. En esos momentos no era muy consciente del problema en que me estaba metiendo…
– ¿Cómo era tu vida cuando empezaste a consumir?
– Mi vida era la de un niño lleno de sueños, un niño humilde, con una familia estupenda. Poco a poco fui haciendo mella y causando preocupación en toda mi familia. Generé mucho dolor a mis padres por mis primeras detenciones, por delitos menores que fueron a peor hasta acabar preso con 17 años.
Al cumplir mi primera condena de 6 meses, con 17 años ya había pasado de los porros a las pastillas y a meterme heroína por la nariz y, al poco tiempo, por la vena. Y al llegar a ese punto de inyectarme heroína intravenosa, los problemas fueron en aumento. Empecé a perder valores y a volverme más irresponsable y manipulador. Sentía muy baja autoestima, y me abandoné, ni me aseaba. Mi actitud cambiaba cada vez a peor con el tiempo.
– Después de estar en varios tratamientos, todos fallidos, en 2008 entré en P.H. Ahí encontré mucha fuerza en mi interior con ayuda de los terapeutas y compañeros de tratamiento. Conseguí identificar muchas dificultades de las cuales yo no era consciente.
Con el día a día iba cogiendo responsabilidades y recuperando mi autoestima. Iba incorporando valores que había perdido por completo. Pasé muchas crisis que una vez superadas me hacían más fuerte y más consciente de las cosas. Logré llegar a la raíz del problema y no quedarme en la superficie.
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