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Creando estilos de vida sanos

Dulce Sabor a Muerte, testimonio de un «adicto al azúcar»

Él simplemente no lo podía creer, le parecía imposible. El reporte médico llega después de que su organismo no pudo continuar con su estilo de vida; no fueron el vino o el tabaco los que desgastaron sus días, era algo mucho más simple, de sabor agradable, con lo que convivimos todos los días y que cada año mata a más de 120 mil personas en el mundo, 24 mil solamente en México en el último año según datos de la Secretaría de Salud, su nombre: el azúcar.

Roberto, un hombre moreno, amante de su familia y las aves, tenía una vida común hasta que un par de palabras impresas en un reporte médico cimbraron sus entrañas: deceso inminente.

“La noche me arropa” dice Roberto. “Despierto físicamente pero mi mente aún duerme, la boca seca me pide algo para beber. Como cada mañana a las 4:55, me levanto y prendo la cafetera, comienzo la rutina extasiado por el olor del café, mi cuerpo sabe que su combustible está por llegar…”

 

Pero esa mañana, la percepción fue diferente:

Los primero avisos no tardaron en aparecer: “Desperté una mañana a principios de enero de 2016 y desde ese instante sentí que algo no iba bien, tenia la boca más seca y el brazo derecho me hormigueaba, pensé en quedarme en casa pero salí a trabajar” indica Roberto. Los síntomas comenzaron a notarse pero él no le tomó importancia. “A lo largo del día me fui sintiendo peor y fue alrededor de las 2 de la tarde cuando ya no pude más y un compañero me llevó al hospital”, explica Roberto.

Cuando llegó al hospital y tomaron sus signos vitales, Roberto fue ingresado a una sala de operaciones donde lo intervinieron quirúrgicamente, su vesícula no resistió más y tuvo que ser removida. La dieta diaria de café, pan de dulce, pasteles y refresco tuvo el desenlace esperado.Después de unos días, pudo recuperarse y regresar a casa. Pero su vida ya no sería igual, tendría que acudir regularmente con su médico.

En la primer visita después de su hospitalización a finales de enero, mientras recogía sus estudios la vida le tenía una sorpresa. El frio recorrería su cuerpo, no por la temperatura sino por lo que estaba a punto de escuchar.

“Entré al consultorio y el doctor me recibió con un semblante frío porque las noticias no eran buenas”, dice Roberto. “Me dio los resultados y al mirar las cifras, dejé de escuchar, los números en rojo inundaban la página y sólo hasta que mis ojos leen la frase ‘deceso inminente’ es que la conciencia y los sentidos me regresan al cuerpo.”

En ese momento, Roberto sintió que las decenas de diplomas colgando en aquellas paredes se le venían encima. Las cifras mostraban niveles altísimos de glucosa y triglicéridos; su consumo dulce, constante y prolongado empezaba a provocar daño renal así como en nervios y ojos.