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Creando estilos de vida sanos

Crack

Un hombre que no puede esperar más. Que nos pide perdón, saca un mechero y pone un poco de crack encima de la mesa. Como el que se muere de sed y mira un refresco muy frío. 

-¿Cómo te sientes al fumarlo?

-Relajado [inspira fuerte].

-¿Qué efecto físico te produce? 

-Es más psicológico que otra cosa [exhala el humo]. Porque es de muy baja pureza.

-¿Uno se arrepiente después de meterse?

-[Abre mucho los ojos y se queda un rato callado] Eso es una idiotez.

Si sabes que su número favorito es el cinco y que tiene miedo a las alturas, que le gusta bañarse en la playa de Las Canteras y te dice que el agua está muy buena, métete, si sabes que como todos a veces escribe, que como todos tuvo un gran amor con el que intercambió cartas fallidas; entonces te cuesta imaginar aquéllo que le pasó en 2011.

-Ha sido la vez que más me asusté.

-¿Cómo fue?

-Fue un cuelgue muy chungo o algo. Estaba en la prisión del Salto del Negro, en un módulo de castigo. Solo. Con una bandeja para comer. Lo siguiente que recuerdo es que desperté empapado en mi propia sangre, con los brazos llenos de cortes [nos los enseña], con las paredes llenas de pintadas en latín, tachadas, hechas con mi sangre.

Ésta es la historia de tres días en los que le vimos dormir, soñar, comer, afeitarse, leer, hablar de tías y de libros, comentar cosas de Prince y de la infancia, sudar, comprar el pan, reír, llorar y volar sin mover los pies del suelo.