Hablar solo no es de locos
Pero la gente sana que habla sola está muy cuerda. Al menos eso dice el psiquiatra Luis Rojas Marcos. En su último libro, Superar la adversidad. El poder de la resiliencia (Espasa Libros, 2010), apunta que "hablar con amigos, con una planta, con un gato o con uno mismo es uno de los factores que ayudan a superar una situación de crisis". Hablar con uno mismo en voz alta también es útil para pensar mejor y tomar decisiones. "Para mucha gente es una forma de rebajar la intensidad emocional, un desahogo. ¿Están locos? No creo, las ventajas son enormes", comenta el psiquiatra.
Los extravertidos son los que más soliloquios en voz alta mantienen.
Rojas Marcos afirma que "es bueno antropomorfizar a los animales y a las plantas, los efectos son similares a comunicarte con un ser humano". Para el psiquiatra, la gran ventaja de hablar, solo o con público, es que "al poner palabras a los sentimientos, los sacas de tu cabeza, haces tu versión de los hechos y cuentas tu historia". Este experto en estrés postraumático cree que es importante "teorizar" sobre lo que nos pasa. "Los sentimientos que no tienen palabras se acumulan en la memoria emocional. Por ejemplo, las imágenes y los olores de una situación de terror se quedan en la memoria emocional y sólo convirtiéndolas en palabras pasan a la memoria verbal. Lo más sano es pasar lo que se acumula de la memoria emocional a la verbal".
Hablar solo tampoco es un síntoma de soledad o de no tener amigos. Para mucha gente es una manera de organizar o aclarar las ideas. Cuanta más extravertida es la personalidad, los diálogos internos en voz alta son más frecuentes. En opinión de la psicóloga Isabel Larraburu, las personas que exteriorizan mucho sus ideas y estados de ánimo necesitan mayor cantidad de estímulos sensoriales para conseguir el equilibrio personal. "Si se ven forzados al aislamiento o la soledad, pueden llegar a construirse un ambiente a su medida hablando solos, con los animales o con las plantas". Todo lo contrario les pasa a los tímidos. "Un exceso de estímulos externos puede llegar a descompensarles. Están más a gusto con el silencio", explica la psicóloga.
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