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Creando estilos de vida sanos

Testimonio de una adicta a la cocaĆ­na en recuperaciĆ³n

Probó la coca con 15 años. Pero realmente se enganchó a los 16. Después vino el alcohol y años de mentiras y autodestrucción. Así recuerda Raquel G. (nombre falso para ocultar su identidad) cómo cayó en la adicción a la cocaína, una de las sustancias que más estragos está causando en la sociedad actual:

“¿Qué ocurría en mi vida? Que no me quería, que no me valoraba, que pensaba que la gente era mejor que yo…”, responde a Adictalia esta mujer que hoy, a sus 38 años, espera a su primer hijo y lleva más de 27 meses de abstinencia tras pasar por un tratamiento de desintoxicación y rehabilitación.

En esta entrevista, Raquel G. cuenta cómo cayó en la adicción, cómo consiguió dejar el consumo de sustancias y cómo trabaja incansablemente para mantener la abstinencia.

“Yo creo que se empieza (en la cocaína) por diversión, porque dices “qué guay, aguantó toda la noche de fiesta. Pero luego ya la cosa cambia. El alcohol a mí no me gustaba, mi consumo fue de cocaína y cannabis.”

LA MENTIRA DE CONTROLAR EL CONSUMO DE COCAÍNA

Cómo cayó Raquel en una adicción que destruyó su vida

¿Cómo fue el día en que probaste la cocaína?

Empecé en una Nochevieja, tenía 15 años. Me di cuenta de que con eso aguantaba toda la noche. De hecho, aguanté toda la noche de fiesta. Los que bebían estaban todos tirados por los suelos y por la mañana yo seguía bailando. También me permitía hablar mucho, cuando yo era muy tímida de normal.

Pero el enganche yo creo que se dio a los 16 años. Llevaba dos años trabajando, ganaba un sueldo que no era boyante, pero que me permitía pagar mis cosas. Entonces se me fue de las manos. Empiezas a escoger las amistades que también consumen, y las que no lo hacen, no te interesan. Y de consumir los fines de semana de fiesta ya se me fue las manos y empecé a meterme coca todos los días.

Y cuando se te va de la mano, pues se te va mucho la cabeza. Porque he hecho cosas de las que ya me he perdonado, porque lo importante en el tratamiento de rehabilitación es perdonarse, pero he hecho cosas a mi padre, a mi familia, de las que estoy arrepentida.

¿Cuándo notaste que realmente se te iba de las manos?

Cuando cogía mi coche e iba directamente al garito a comprar, aunque yo no quería hacerlo. Porque llega un momento para toda persona adicta que ya no te sienta bien. Y sabiendo que no te va a sentar bien, vas a comprar igual. Entonces ya se te ha ido de las manos. Normalmente, una adicta piensa “yo la controlo”. Pero no, no. Puedes controlarla quizá al principio, pero cuando estás enganchada la que te controla es ella a ti: sabes que te sienta mal y estás yendo a comprar.

Perder el control: la cárcel de la adicción

¿Qué cosas has hecho para poder consumir de las cuales hoy te arrepientes?

Puedo mencionar que le robé joyas mi madre y se las he vendido. Yo llegaba y arramblaba. No sé si lo sabréis, pero la cocaína es carísima. Y cada vez quieres más. Y con mi sueldo… Entonces le roba joyas, dinero. He llegado a pedir un anticipo en el trabajo para poder comprar cocaína. Incluso he llegado a llevarme el dinero de una caja en el trabajo. Son cosas de las que ahora me he perdonado. Pero en ese momento que no eres tú, es la adicción la que te puede.

¿Cómo te afectaba la adicción en el día a día?

Me volvía súper habladora y súper mega guay. Y llega un punto que ya no eres así, y te vuelves paranoica total: sentía que todo el mundo me estaba mirando porque iba a saber que iba colocada. Me miraba en el espejo cien veces por minuto pensando que llevaba un poco de blanco en la nariz.

Y en el trabajo me afectaba muchísimo porque pensaba que la gente me lo notaba, no trabajaba bien, siempre estaba seria, estaba robotizada, siempre en tensión.

Con la familia no quería estar, la evitaba mucho. Me he perdido toda la infancia de mis sobrinos.

He perdido trabajos. He perdido una casa que compre. He perdido muchas cosas, muchas…

¿Qué sentías al día siguiente de consumir cocaína?

Al día siguiente, bueno… si es que puedes dormir, empiezas a evaluar, a pensar lo que te has gastado, lo que has hecho. Te sientes tan sumamente mal que es la excusa perfecta para volver a ir a comprar, claro. O sea, sentía “soy una mierda de persona”, y ese es el motivo perfecto para seguir haciéndolo.

Yo llegué a pensar en suicidarme, me puse un cuchillo en las venas, pero no, no pude. La gente dice: “los que se suicidan son cobardes”. Yo no lo veo así, yo no tuve valor de cortarme las venas.

Pero entonces pensé: “si me sigo drogando, me estoy matando poco a poco, con lo cual al final me voy a morir; es lo mismo que suicidarse”. Era la pescadilla que se muerde la cola: como lo he hecho tan mal y la he liado, pues hoy voy a volver a consumir porque me siento fatal, ¿sabes? Un círculo muy vicioso.

¿Y cuándo fue el momento en que dijiste basta, soy adicta y necesito ayuda?

No sé si conoces el modelo Matrix, pues yo estaba en centros que aplican este tratamiento. En realidad, he pasado por varios centros de rehabilitación en diferentes etapas y ya en el último… pues ahí fue cuando llegó mi momento. Porque yo creo que a las personas adictas les tiene que llegar su momento. Da igual que estés en 20 centros, hasta que no llegue tu momento, no te quitas de esta mierda.

El día 3 voy a hacer 27 meses abstinente, estoy embarazada, siento que tengo una vida plena, maravillosa, ahora sé lo que es vivir. Antes pensaba que tenía una vida, si se puede decir así. Pero no.

Las actitudes deshonestas a las que conduce la adicción

¿Cuándo dijiste basta, hasta aquí?

Pues cuando robe el dinero de esa caja que te he dicho. Yo trabajaba con mi cuñado en un hotel de aquí de Cádiz. Además, un compañero también me había pillado esnifando. Digamos que fue como un toque de atención, porque mi cuñado me dijo: “sé lo que estás haciendo, sé que has sido tú la que roba el dinero, te damos 15 días para irte, te despedimos. Y si tú no se lo dice a tus padres, se lo voy a decir yo”.

Claro, lógicamente en ese momento te ves entre la espada y la pared, y piensas: “ostia, tengo un problema. Porque la he liado, porque tenía un trabajo fijo y lo voy a perder. ¿Cómo se lo digo a mis padres?”.

Entonces empiezo a ir a una psicóloga especialista en adicciones buenísima. Pero al final me di cuenta de que la engañaba: yo salía de las sesiones y me iba a consumir. Y un día, pues se lo dije, le dije: “Mira Carmen, te estoy engañando”. Entonces en ese momento me mandaron a un centro.

Yo ya sabía que tenía un problema, ¡claro que lo sabía! Porque cuando sabes que no tienes vida, que lo has perdido todo, y aún así, sigues consumiendo, ya no lo haces porque quieres, lo haces porque estás enferma. Tu mente, porque la cocaína es muy psicológica, piensa que lo necesitas. Piensa que sin eso no eres persona y claro, yo ya me había dado cuenta de que tenía un problema con 21. Y ya tengo 38…

¿Y cómo actuó tu familia en relación con tu adicción?

Mi familia siempre estaba ahí. Mis hermanos quizá han sido más reticentes porque decían: “ya lleva dos centros y la sigue liando, por qué lo hace…”.

A ver, cuando tú eres adicta, sabes que tienes una enfermedad, sabes que tienes un problema, lo reconoces, te vas a un centro, te limpias y sales super bien. ¿Pero sabes qué pasaba? Yo, por ejemplo, me iba al centro porque tenía un novio que me decía que como no me dejara la droga no se quedaba conmigo. Entonces no lo hacía nunca por mí. ¿Y qué pasaba? Que cuando me fallaba ese novio, pues volvía a drogarme. Y en el momento que te das “un permiso” (para consumir), como eres una enferma, pues ya la has vuelto a liar.  

La familia… sufre muchísimo porque te está viendo que no eres feliz, que no estás bien. Yo me llegué a quedar en los huesos. Al principio no lo achacan a la droga; mi madre pensaba que tenía una depresión muy grande. Para ella fue un palo enorme enterarse que su hija se estaba drogando. Pero siempre han estado ahí. Y claro que se han enfadado conmigo muchísimo, me ha costado mucho mucho recuperar a mi hermano.

¿Crees que la familia siempre debe acompañar a la persona adicta?

Pero creo que la familia debe estar ahí, porque esa persona está enferma. Hasta que no se da cuenta, no se da la oportunidad de vivir y de valorar que la vida sin eso es vida, hay que entenderle. Es una enfermedad como puede ser un cáncer, como el que tiene diabetes. La adicción le va a acompañar toda la vida porque está enferma. Desgraciadamente, en el momento que vuelvas a probar lo más mínimo te vas a volver a enganchar, porque a tu cerebro le gusta. Aunque tengas malos recuerdos da igual. Así que siempre la vas a tener. ¿Qué tú puedes vivir perfectamente con diabetes? Sí, toda la vida, pero como te des un permiso la vas a liar.

¿Se deterioraron mucho tus relaciones familiares?

Le ha costado mucho a mi familia confiar en mí. Pero eso es el tiempo: cuando ellos ven que llevo 27 meses de abstinencia, y ven las analíticas que me hago para comprobarlo, tienen motivos para confiar. Y sobre todo cuando ven que lo hice por mí, que ingresé en un centro porque dije: “yo me quiero curar por mí, no por mi novio ni por mi primo ni por mi amigo, por mí”.

Cuando salí del centro me hacía dos analíticas a la semana porque lo pedí yo para que no hubiera dudas; una el lunes y otra el jueves, ya que ellos me la pedían cada cinco días. Sigo con ese centro todavía en tratamiento y me sigo haciendo analíticas después de 27 meses porque me da la gana, porque me da seguridad ver esos negativos en un papel. Y a mi padre eso le llena de orgullo, aunque a veces me dicen para qué te las haces ya.

Yo quería salir de la adicción.

¿Qué significa que «llegue tu momento» para salir de la adicción?

Tú, sí es verdad que puedes estar arrepentido de lo que has hecho y que te quieres curar. Pero en el momento que tienes un fallo ya la has vuelto a liar porque ya es otra vez empezar el mismo círculo vicioso. Para mí cuando llegó mi momento fue cuando dije “ya no quiero esta vida más”, lo tenía súper claro. Ya no quieres eso, no lo quieres y no lo quieres.

A lo mejor  has pasado por centros donde has seguido el proceso muy bien y has salido súper bien de allí, pero como no lo hiciste por ti, vuelves a caer. Cuando lo haces por ti es cuando llega tu momento. No porque la familia te diga que tienes que quitarte de la droga, no porque tu hermano insista, no porque tu pareja te diga que te va a dejar si no te dejas la droga. No, debes hacerlo por ti: “Esto no lo quiero en mi vida, pero no por mi hermano ni por mi padre ni por mi novio ni por mí ni por mi primo. Sino por mí”.

Cuando tú eres consciente de que esa vida no la quieres, entonces ha llegado tu momento. Hasta que tú no piensas así y vas a un centro “obligado”, en el sentido de que te ponen entre la espada y la pared para que ingreses, porque te dicen “o vas o te echamos de la casa”, “o vas o te dejo”, “o vas o…”, vuelves a liarla. Pero cuando tú dices “quiero ir a un centro porque me quiero curar,” es cuando ha llegado el momento.

La adicción, una enfermedad crónica

Por lo que has dicho antes, estás de acuerdo con la idea de que la adicción es una enfermedad crónica, que dura toda la vida y que debes mantenerla a raya con terapias…

Totalmente. Yo lo comparo mucho con una diabetes: nunca te vas a curar, eso hay que tenerlo clarísimo. Tú puedes estar abstinente, pero debes mantenerte. Es como el que se deja el tabaco y puede estar toda la vida sin fumar. Por supuesto que puede, pero como se fume un cigarro…

Hay que seguir en terapia grupal después del alta en el centro, hablar todos sobre lo que somos. A mí me pasa esto, a ti aquello… entonces coger una idea de aquí, otra de allí, y las que tú das a los otros les valen.

Sin duda, la adicción es una enfermedad para toda la vida. Porque yo sé que en el momento que tenga un desliz, la joderé. Y es así, es cruel, pero es así.

Ojalá la gente no probara. Porque una vez que estás enganchado, eso te va a gustar siempre. Y no hay mejor ejemplo que el que te acabo de poner con el tabaco.

¿Y qué te hace mantener la abstinencia?

Tú puedes estar toda la vida sin drogarte. Y es posible. Pero tienes que sacarle el sabor a la vida. Cuando se la saca ya no quieres eso más. Pero no se puede nunca levantar la guardia ni decir de este agua no beberé, ¿eh? Yo hoy no puedo decir que “mañana no volveré a consumir”; hoy sí lo tengo súper claro. También tengo muchos amarres, muy buenos: mi hija que va a nacer en agosto, mi pareja, mi familia. Esos son mis amarres y eso no lo pierdo por nada del mundo porque cuando alejé los que tenía, me quedé sin nada. Ahora tengo todo y soy feliz, es que ahora soy feliz.

Por supuesto, tienes que seguir en contacto con la terapia grupal e individual. Y sí, es una enfermedad para toda la vida. Así que el que esté tonteando, por favor, dejad el tonteo porque no saben dónde se están metiendo.

¿Qué les dirías a los familiares de personas adictas?

Que hay esperanza, que se puede estar toda la vida sin esto. Que la vida es muy bonita. Que el dinero está para otras cosas. Ah, y que es muy importante que durante el proceso de desintoxicación y rehabilitación hasta que tú estés bien, por lo menos un año y pico o dos años, que te controlen el dinero, que no te lo den, que no lo controles tú y que te lo controlen. No hay que dejar a una persona que acaba de salir de un centro manejar su dinero porque es como el que deja de fumar y le das un paquete de tabaco para que lo lleve en el bolsillo: es complicado.