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Creando estilos de vida sanos

Testimonio de una adicción al cristal

Toda buena historia de vida prácticamente comienza en el fondo del hoyo.

En mi caso personal, comienza en mi infancia. Siempre fui el niño maltratado por sus compañeros de la escuela, actualmente se le llama bullying, bien, supongo que no soy el único que pasó por eso, sin embargo al paso de mi crecimiento, llegó el día en el que ya siendo adolescente, las drogas llegaron a mi vida.

Qué palabra tan fuerte, en general: drogas. La primera droga y de la cual duré varios años consumiéndola casualmente fue la marihuana. Bien hasta aquí las cosas no iban tan mal; era un chavo adolescente, lleno de sueños y también problemas (como todos los adolescentes), eran problemas comunes entre familia, pequeñas discusiones, días en los que me iba de pinta de la preparatoria, y llegaba medio ebrio, cosas normales…

Consideraba que el uso de la marihuana debería ser legal.

Que más que un mal me haría un bien, incluso llegué a convencer a mis padres de que me dieran permiso de usarla recreativamente, aunque nunca quedaron convencidos del todo…

Siempre que mis padres tocaban el tema de la marihuana, había un pretexto de mi parte para defender su uso, y que prácticamente dejaran de joderme. Mis pretextos según yo estaban bien fundamentados científicamente, y aunque así lo fuera, ya había perdido el rumbo; estaba a centímetros de caer en el hoyo, y lo peor de todo: no me estaba dando cuenta de ello. Hasta la fecha aún no doy con ese día, el día que quedé ciego. Por otra parte, mis padres ya se habían dado cuenta de que mi problema estaba a punto de perderme, y que de una manera desesperada ya querían brindarme la ayuda, y yo no lo veía.

¿Aceptar que era un adicto? ¡Nunca!

Por lo menos eso era lo que pensaba. Durante la preparatoria me había enganchado con la idea de que de alguna manera la marihuana estaba en el mundo para ayudar a la humanidad, que solo era cuestión de tiempo para que alguien o algo descubriera las bondades de esta planta. En mis ratos libres buscaba información, tanto como mala y buena acerca de la marihuana, cuando mis amigos tocaban el tema siempre salía a flote mis comentarios sobre la planta, comentarios a favor de ella. En mi pequeño y puberto mundo no cabía la parte mala de la marihuana.  Bien hasta aquí, supongo que mis padres ya pensaban en buscar clínicas de rehabilitación de adicciones en Aguascalientes o algo así, qué sé yo, para ese entonces yo era un joven universitario, de esos jóvenes que prácticamente se creen invencibles y que todo lo pueden. La idea de mi supuesta inmortalidad la englobé en la parte de la fiesta y ¡Uf! Todo mundo sabe que las mejores fiestas son las universitarias.

Como no me llamaba tanto la atención el alcohol, opté por seguir consumiendo habitualmente “mota” y mi consumo aumentó, porque la vida universitaria es más abierta: vives solo, te es más fácil jugar al adulto responsable y que sabes que no habrá nadie que te regañe si llegas ebrio o drogado a tu casa de universitario. Prácticamente el mundo era mío. De donde vengo, las universidades se dividen en regiones, región sur era la mía, y lo mejor era que la playa quedaba a una hora y media de mi universidad, por ende el uso de drogas era más aceptada y frecuente.

Yo no conocía el cristal en ese entonces. Me movía de bar en bar, de fiesta en fiesta porque, para variar, era DJ y por suerte de los buenos de la ciudad. Así que, imagínate, un joven DJ, invencible; la modestia andando, la soberbia por doquier. Siempre me he considerado una persona inteligente y con grandes capacidades, entre ellas escribir, componer música, aptitudes en términos de telecomunicaciones e informática, de hecho durante el tiempo en la cual conocí el cristal, estudiaba la ingeniería en Telecomunicaciones e informática (Ing. en Telemática) en la universidad de Guadalajara, para ser exactos en el campus ubicado en la cabecera municipal de Zapotlán el grande, Ciudad Guzmán, Jalisco.

Bien, ya entramos al meollo del asunto: el cristal. Conocía por palabra de compañeros y amigos de lo que se trataba, pero jamás lo había consumido, y casualmente o más bien era de esperarse que mi primera vez con el uso de metanfetaminas fuera en el ambiente que me desenvolvía como DJ, y sí. Consumí cristal por primera vez mientras trabajaba en un bar de la ciudad que no recuerdo como se llama, ya hace algunos años que me encuentro estable, con familia, trabajo y lo mejor de todo completamente sano, pero no me desviare de este tema. Recuerdo que mientras trabajaba en ese bar, encontrándome en unos de mis descansos, puesto que en esa ciudad se acostumbra bastante la música de banda en vivo, los ya famosos “juevebes” universitarios de la ciudad. En esos intermedios, mientras caminaba por el bar saludando a amigos y conocidos, mientras observaba el ambiente del bar, me encontré con una cara que se me hacía familiar y que ya hacía tiempo que no le veía. Era una amiga, nos topamos de frente y con sorpresa nos saludamos, resultando que ella estaba trabajando de mesera, cubriendo el día a una compañera. De lo que sí me fue un poco raro es verla muy delgada a como la había conocido, y que a pesar de que tenía 19 años se me hacía extraño que tuviera bastante acné.

La noche siguió su rumbo, y como todo ser humano que tiene que hacer sus necesidades, me disponía a ir a orinar apresurado, puesto que solo disponía de algunos 3 o 4 minutos antes de mezclar la siguiente canción, en eso salí del baño y me la topo saliendo del baño de mujeres, note que tenía algo en la mano, una pipa transparente, aunque ya sabía que fumaba “mota” (por que tiempo atrás habíamos fumado juntos en el cotorreo) se me hizo raro que fuera una pipa de vidrio, cuando dirigí la mirada hacia su mano, ella indudablemente me ofreció y me dijo si no gustaba de unos “fumes”, le pregunté qué era eso, y me dijo que era “jale”. Así es como se le conoce al cristal en aquel lado de Jalisco. De esa vez que me ofreció dudé un poco y no quise probarla, sin embargo la noche era joven y la curiosidad se mantuvo al margen de mis pensamientos, y esa misma noche, cuando salimos de trabajar nos fuimos varios en un taxi a casa de mi amiga, donde indudablemente sabía que consumiría cristal.

Bueno pasó eso y el tiempo consecuente ya era de consumir a diario, una dosis me duraba dos días, y el efecto de esa dosis llegaba a durarme hasta cuatro días seguidos. Desde el día que comencé a consumir hasta aproximadamente 7 meses después, todo era euforia, desveladas y esa sensación de que todo lo que podía, incluso la universidad y el trabajo, podría decir que el gusto me duró 7 meses, que fueron meses de falsa felicidad y bienestar emocional. El tiempo siguiente fue meramente caos: caos en la escuela, caos con mi pareja, caos en mi familia, caos en mi mente. Y aun viéndome en ese  caos, no fui capaz de darme cuenta que mi insano juicio ya no me daba para más, y que tanto física como mentalmente me estaba deteriorando.

Recuerdo  que estaba por concluir el año y que apenas iba notando, y como queriendo y no, que estaba en un problema bastante grueso, intenté dejar por mi propia mano la sustancia, me dispuse a la idea de que pasado el año nuevo ya no consumiría, así no más, de golpe como decimos en mi tierra. Sin embargo no lo logré y llegando el día primero de enero me dispuse a volver a consumir, porque sentía que moría, la mentada malilla me había invadido y no sabía qué hacer para quitármela, sin que volviera a consumir. La ansiedad me invadió, y sin pensarlo volví a consumir, esta vez ya no era una dosis la que le metía a la pipa de cristal, eran dos y si era posible hasta tres, lo que fuera necesario para volver a sentir lo que sentía al principio de mi consumo.

Lo único que creció fue el aumento de la cantidad de cristal conforme pasaba el tiempo, los problemas crecieron, comencé a vender mis cosas, a robarles a mis padres, a gastarme el dinero de mi semana para la universidad en la droga, a faltar a la escuela, a distanciarme de mi familia. A involucrarme con personas y en lugares donde normalmente sucedían delitos, muertes y abusos, y todo eso por el único deseo de volver a sentir lo que sentí cuando por primera vez consumí cristal.

Se empezaron a aglomerar mis problemas, y comencé a sentir esa maldita paranoia por todo: sentía que me perseguían, me espiaban, hasta sentía que mi novia me estaba engañando con cualquier tipo que se topara en la calle. La frustración que sentí fue tan grande, que deje la escuela, me aislé en mi casa por un año, año en el cual mis padres creían que seguía asistiendo a la universidad, año en el que mi habilidad para manipular y mentir se desarrolló con base en la idea de consumir más cristal. Me sentía completamente desahuciado, frecuentemente me sentía vacío, sin dirección, sin la mínima pizca de ganas por vivir, le reprochaba a Dios el por qué me había abandonado, que tan solo esperaba mi muerte y que estaba sufriendo demasiado, pero aun así no aceptaba mi enfermedad. Mis padres se dieron cuenta de que ya no asistía a la universidad y prácticamente me llevaron a su casa para mantenerme cerca y así tratar de ayudarme, sin embargo yo no quería la ayuda, ni siquiera era capaz de aceptar mi enfermedad, y aceptar que estaba más que en el hoyo de mi vida, y que si no hacía algo moriría en cualquier momento.

Un día pedí prestado el teléfono de mi padre, puesto que el mío ya lo había vendido por dos dosis de cristal. Y solo se lo pedí para llamar a mi proveedor y descaradamente pedirle más droga a crédito. Husmeando en el teléfono de mi padre, me di cuenta que ya tenían tiempo buscando ayuda para mí, de repente me metí al historial del navegador web, y encontraba cosas como casas de reposo, anexos, clínicas de rehabilitación de adicciones en Aguascalientes, centro de rehabilitación en adicciones en Aguascalientes, clínicas gubernamentales, etc. Todo enfocado a la rehabilitación de drogadictos.

No sé si sentí, miedo o resignación, diría que miedo. De alguna manera esos días no dejaba de pensar en eso, porque claramente fue para mí como un golpe, para darme cuenta de que algo andaba mal en mí. De repente me puse más observador con mis padres, y lo único que vi fueron unos ojos de desesperación, de llanto y tristeza de mis padres.

Me sentí tan mal, que solo me ponía a llorar, prácticamente estaba destruyendo a mi familia, a las personas que en verdad me aman. Pero aun así ya no era capaz de hacer algo por ayudarme, necesitaba la ayuda, sin embargo aún no aceptaba mi enfermedad.

Y con mi novia, me distanciaba bastante, llegó el día en el que solo me duchaba cuando sabía que la vería, después de eso llegaba el punto en el que no hablaba con ella hasta por un mes, prácticamente aguantó tanto, que hoy, teniendo una hermosa hija con ella, no sé cómo agradecerle el estar conmigo en mis peores momentos, ver que esa persona tuvo la paciencia suficiente para estar conmigo, es algo que hasta el día de hoy le estoy profundamente agradecido.

Cuando supe que estaba embarazada fue como la gota que rebasó el vaso para mí, de alguna manera acepte mi derrota y la ayuda, ¿Cómo iba a nacer mi hija estando yo enfermo, siendo un maldito adicto? ¿Qué sería de su vida? ¿Cómo me atrevería a arruinarle la vida incluso antes de nacer? Fue allí donde acepté mi derrota, mi enfermedad y que necesitaba ayuda. Prácticamente hable con mis padres y les pedí la información que ellos hacía dos meses atrás ya tenían, y que solo estaban esperando la manera de hacerme entender que necesitaba ayuda, y personalmente considero que la llegada de mi hija, fue el motor de mi vida y la motivación para salir de mi adicción. Mis padres me pasaron la información de una clínica de rehabilitación en adicciones en Aguascalientes, se llamaba Promesas de vida. Vi las fotos de las instalaciones y los servicios, me convencí de que necesitaba la ayuda, y un miércoles por la madrugada, encontrándome en una crisis de abstinencia fue de que desperté a mis padres y les rogué con lágrimas en los ojos que me llevaran a ese lugar, no dudaron en hacerlo, y al día siguiente por la mañana nos dispusimos a hacer el largo viaje hasta Aguascalientes.

Cuando llegamos me invadió el miedo, era medio día y yo venía drogado. Pero aun así sentí miedo, era la primera vez que me internaría, y no sabía que pasaría. Sin embargo desde el primer momento de mi ingreso recibí la atención requerida, se me valoro medicamente, se me asigno un dormitorio y un psicólogo, pasaron los días, que prácticamente los días más largos dentro de la clínica fueron los primeros 15, sentir la abstinencia y sentir el apoyo de la clínica para superar eso, me fueron brindando la confianza en mí mismo y seguridad para salir adelante, y cuando menos lo pensé ya estaba a mitad de mi tratamiento, me miraba al espejo y sentía que volvía a ser yo. Esa sensación de bienestar y felicidad que sentía era incomparablemente más grande que la que causaba la droga, y lo demás te invito a que lo vivas personalmente, porque créeme que la mejor decisión que puedes tomar es la de recuperarte, y créeme que Promesas de vida, me dio el empujón que necesitaba para salir de mi enfermedad, te invito a vivirlo.

Y por lo demás, ahora tengo 30 años, mi hija es hermosa, mi esposa también, mi trabajo es productivo y mi vida estable, tal como lo soñaba, solo está en creer en ti mismo, ser perseverante y tener mucha fe en Dios. Lamento todo el daño que te causaste, pero déjame decirte que sí se puede, que sí podemos, que las adicciones pueden vencerse de una manera práctica, solo es eso, creer en ti mismo, ánimo…