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Creando estilos de vida sanos

Confieso haber comprado

“La verdad es que no puedo dejar mi tarjeta de crédito “tranquila”....desde que tiene disponible lo gasto, me compro cualquier cosa y si no tengo dinero hago vitrinas por Internet, hago mis compras virtuales aunque al final no las pueda comprar, pero siempre regreso días después y lo compro”.... confesión de una compradora compulsiva.

“En mi caso lo primero que hago al salir del trabajo es ver si tengo dinero en la cartera, entonces rebusco en mi mente alguna necesidad y sino creo que me la invento porque siempre ando en las tiendas hasta que se me acaba todo el dinero de la quincena.” Confesión de otra compradora compulsiva.

“A mí me llaman las ofertas, mi esposo asegura que soy compradora compulsiva pero no creo, estoy empezando a controlarme así que le entrego mis tarjetas a otras personas de confianza para no tener que usarlas”. Confesión de una tercera compradora compulsiva.

Y es que comprar es necesario, pero comprar sin medidas y sin control puede convertirse en una grave problema que puede afectar tanto la vida personal como laboral. En su libro “Confesiones de una compradora compulsiva”, Sophie Kinsella pinta a Rebecca Bloomwood, el personaje principal, como la perfecta compradora compulsiva que no puede dejar de gastar aunque se lo proponga todos los días. A Rebecca no le tiembla la mano para pasar la tarjeta y cada una de sus compras están perfectamente justificadas en su cabeza, necesita cada pieza que adquiere y sus gastos están por encima de sus sueldo. Cuando se enamora de un objeto no para hasta conseguirlo aunque luego se ahogue en deudas y la cubra el remordimiento.