Columna de Adictos y Adicciones: El testimonio de Toño
“Mi testimonio tiene que ver más con el egoísmo que con las drogas, es una historia de uso y abuso de personas, situaciones y sustancias. Pero no piensen que siempre lo tuve así de claro, no, antes de llegar a verme en el espejo, tuve que vivir en el infierno”.
“Aprendí el arte de la seducción y la manipulación, a muy corta edad, de hecho, no sé cuándo nació en mí, pero desde muy niño me he justificado y he manipulado a mi favor, por su puesto, siempre encontré a quien echarle la culpa”.
“En mi casa no hubo abrazos, ni besitos, tampoco golpes o insultos, éramos una familia con poca comunicación, orientada a los deberes, tales como: trabajo, escuela, labores domésticas, etc. Tuve una infancia solitaria, pues la diferencia de edad con mis hermanos, era de más de quince años”.
“Esta situación fue mi muleta durante mucho tiempo, a través de chantajes y manipulación obtuve muchos regalos y atenciones de toda mi familia, pero también me volví perezoso, buscaba siempre mi comodidad y beneficio. Así llegué a la adolescencia y cuando descubrí el sexo y las drogas, no podía imaginar una relación sexual, sin algún estimulante”.
“Era tan ególatra, que me creía el mejor amante del mundo, hasta que el exceso de droga me impidió mantener una relación y mucho menos un trabajo. Durante muchos años he vivido de las mujeres, mi madre, tías, hermanas, novias, esposa y amantes, todas ellas quisieron ayudarme, pero yo no quería la ayuda, sólo su atención y muchas veces su dinero”.
“Estuve internado en varios centros de rehabilitación, no con la intención de dejar las drogas, lo único que hacia era ganar tiempo, mi familia volvía a confiar, me ayudaban con dinero, ropa, alojamiento y hasta me conseguían trabajos, mismos que al poco tiempo abandonaba para volver a consumir”.
“Todo llegó a su fin, cuando fui diagnosticado con hepatitis C, los pronósticos no eran nada buenos, para salvar mi vida tuve que someterme a un tratamiento que me ocasionó muchos malestares y una terrible depresión. Fue entonces que empecé a valorar la vida y a las personas que me aman, también descubrí que tenía el alma seca y que en mi corazón faltaba Dios”.
“¿Cómo salí? Con la ayuda de Dios, con mucha honestidad, sin justificarme, ni buscar culpables, con el apoyo de mi familia y con la compañía solidaria de Narcóticos Anónimos. Aquí les dejo la receta por si quieren seguirla”