“Vivir con un alcohólico es muy doloroso”
Era un niño tímido, retraído, sus familiares llegaron a pesar que era autista. Cuando entró a la adolescencia, sus compañeros se metían con él y le pusieron el sobrenombre de “El Sometido”; así que bebía para encontrar al Gustavo que todos querían en las fiestas, que conquistaba, que encajaba en el grupo.
“Mi historia no es traumática. He escuchado a personas que comenzaron a beber porque los maltrataban, porque tenían problemas serios. Pero mis padres nunca me maltrataron, eran amorosos”, cuenta. A los 25 años se dio cuenta de que tenía un problema. En las celebraciones no podía parar de tomar. “Me quería beber hasta el agua de los floreros”.
Se casó a los 26, pero los problemas del alcoholismo hicieron que la relación terminara ocho años después, incluso después de haber comenzado a asistir al grupo Alcohólicos Anónimos. Con la voz agitada relata que tuvo un accidente vial por manejar ebrio y en el vehículo iba con su hijo recién nacido.
“Duré un año en uno de los grupos de AA, pero decidí salirme y me mantuve otro año sin ingerir licor por mi propia cuenta. Hasta el día que comí una torta de chocolate con ron y me brillaron los ojos. Sentí de nuevo la euforia del alcohol en mi cuerpo. Recaí”.
Gustavo ahora tiene 35 años y desde hace ocho meses no ha bebido. Se dio una segunda oportunidad en otro de los grupos de AA y lo disfruta.
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