Testimonio de un coleccionista
Los seres humanos nos alimentamos de recuerdos, esos recuerdos nos hacen revivir experiencias y es por eso que tendemos a guardar todo aquello que nos recuerda algún momento significante de nuestra vida, pero también solemos guardar cosas solo porque sí: porque nos gustan, porque tienen algún valor emocional o económico. Sin embargo, lo que podría considerarse un inocente pasatiempo puede convertirse en una obsesión e incluso en una patología.
Están quienes coleccionan libros o discos, también los que coleccionan latas de refresco, botellas antiguas, monedas, timbres postales… y la lista podría seguir sin fin; para todos los que coleccionan, cada objeto está cargado de valor.
Por esto, coleccionar puede ser placentero, sobre todo cuando el que colecciona puede elegir qué conservar y qué no, una distinción que es absolutamente singular para cada persona. Pero en este pasatiempo existe un riesgo, el de no poder desprenderse de las cosas y planificar la vida alrededor de los objetos.
La psiquiatra y psicoanalista, Mónica Favelukes, secretaria general de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (Aeapg), explica que «la tendencia a acumular objetos se presenta en un continuo que va desde la normalidad hasta un extremo patológico».
«Se vuelve patológico cuando es compulsivo: la incapacidad para desprenderse de los objetos es incontrolable. Se guardan cosas inútiles, en forma caótica y excesiva, la casa se transforma en un depósito, hasta un punto en que toda la vida diaria puede estar copada por el problema, y no se puede ni siquiera comer, dormir ni limpiar, o andar por las estancias de la casa».
Así, coleccionar puedes pasar de comprar una figura de la guerra de las galaxias porque eres un gran fanático de la saga, hasta dejar de comer o pagar las cuentas para conseguir la que está de moda. Existen quienes incluso crean espacios especiales para guardar figurines en cajas que nunca serán abiertas con objetos que nunca serán usados, pues de abrirlos, estos pierden su valor. ¿De qué sirve entonces? ¿En dónde está el placer de coleccionar?
Coleccionar podría ser, simplemente, otra forma más elegante de acumular y es una actividad, en cierta forma, alimentada por las distintas industrias de consumo, las cuales se aprovechan de los vacíos emocionales de las personas para hacerles creer que necesitan tener la última pieza de edición especial.
Las personas con problemas de autoestima, aquellas que sufrieron carencias en la infancia, las que necesitan llamar la atención, las que necesitan alimentar su ego, etc. son especialmente susceptibles a estos mensajes.
Entonces, ¿coleccionar es malo?
La línea entre acumular y coleccionar es muy fina. Coleccionar es como todo aquello que poseemos en nuestra vida, si las cosas que coleccionas te hacen feliz, te generan una sensación de bienestar y tienen un objetivo en tu vida, es probable que sea algo bueno. Pero, cuando coleccionar se convierte en una obsesión puede ser una mala señal.
A muchas personas les encanta coleccionar cromos de fútbol, llaveros, personajes de películas; esto no siempre es malo. Los expertos denominan a este fenómeno «conducta acumuladora normal» o «del coleccionista». Por tanto, no es una conducta patológica, ya que los objetos que se coleccionan tienen cierto valor, son intercambiables con otros coleccionistas y se guardan de una forma ordenada. Y es que el verdadero coleccionista no tiene cualquier objeto, sólo el que le interesa y por esta razón lo mantiene en buen estado.
En el lado opuesto, existen también quienes gastan más energía y generan más estrés tratando de mantener su colección al día solo por tener más y al no poder adquirir el producto que hace falta en su colección dejan de pensar en las cosas realmente importantes en la vida para concentrarse en cómo poder comprar u obtener esa pieza que hace falta. Dejan de disfrutar y coleccionar empieza a perder sentido.
Entonces, si tú eres de los que, por ejemplo, colecciona camisetas de sus grupos musicales favoritos puede ser muy bueno si en realidad esas camisetas las usas, si solo están guardadas en un armario cogiendo polvo es momento de pensar ¿para qué las conservas?
Desprenderse de las cosas no siempre es fácil y es verdad que solo nosotros sabemos qué significado tiene cada objeto; la elección de qué conservar y qué desechar es muy personal, pero no pierdas de vista el verdadero valor de las cosas y lo que implica conservarlas. Si crees que tu gusto por coleccionar está haciendo que pierdas el control, quizá es momento de pedir ayuda.