Yo dejé el azúcar y os cuento el porqué
Esto es lo que me preguntan incrédulos algunos amigos que piensan que se me va la olla. Hace poco más de un año, la OMS publicó unas directrices sobre el consumo del azúcar según las cuales recomienda no consumir más de 50 g de azúcar al día. En el mismo informe, la OMS además declara que para mantener un buen estado de salud es altamente recomendable consumir menos de 25 gramos de azúcar al día, el equivalente al 5% del aporte calórico total diario. Para darte una idea de las proporciones: una lata de Coca-cola ya contiene esa cantidad de azúcar.
Está más que demostrado que el consumo excesivo de azúcar es una de las principales causas de sobrepeso y obesidad a nivel mundial, y que éstas son la puerta de entrada para enfermedades crónicas como las patologías cardiovasculares y la diabetes tipo II. Hoy en día, las enfermedades crónicas son la principal causa de muerte en todo el planeta y la obesidad afecta a la salud de un tercio de la población mundial, lo que conlleva enormes costes económicos.
En un intento de reducir la obesidad y las enfermedades que de ella se derivan, muchos países están implementado un impuesto punitivo sobre el azúcar, tal y como se hace con el alcohol y el tabaco. El Reino Unido será el próximo país que se suma a esta iniciativa con un “impuesto del azúcar” que entrará en vigor a partir de 2018. Otros países que ya están implementando esta medida son Dinamarca, Francia, México, Noruega y Sudáfrica.
Mi motivación vino de los testimonios de las personas que ya lo han dejado, que muestran su satisfacción por la manera en que han bajado kilos y subido sus niveles de energía. Dicen que su piel ha rejuvenecido y hablan con entusiasmo de lo bien que se sienten después de haberse enfrentado a las emociones tóxicas que antes silenciabancon un subidón de azúcar.
Hubo dos testimonios en particular que me impactaron. Uno provenía de mi bloguera favorita que explica:
“El punto culminante fue cuando decidí dejar de consumir azúcar. Tenía verdadera adicción y podía comer hasta una tableta de chocolate al día. […] Mi relación con el azúcar era profunda y psicológicamente compleja: observé que cuando me sentía triste buscaba algo dulce que me hacía sentir mejor durante 20 segundos para luego volver al punto de partida. Dejar el azúcar me hizo darme cuenta de cómo lo utilizaba para intentar deshacerme de algunos sentimientos que tenía. Sin el azúcar como muleta me vi obligada a sentir lo que sentía, lo cual constituyó toda una experiencia de crecimiento para mí. Además de tener más energía, sentirme más feliz y menos malhumorada, perdí unas diez libras (4,5 kg) a lo largo de unos cuantos meses. ”
El otro testimonio que me impactó fue el de una yoguini que conocí personalmente en EEUU. En esta conmovedora actualización en Facebook, mi amiga Danielle anunció orgullosa que llevaba un año entero sin comer azúcar. Me quedé pasmada. No me podía imaginar que alguien lograra no comer azúcar durante todo un año.
Quizás estos dos testimonios me afectaran tanto porque me sentía identificada con la adicción al azúcar que tanto Gala como Danielle describen tan cándidamente. A mí me pasaba lo mismo. Me podía contener un rato, pero no a largo plazo. Me entraron ganas de imitarlas pero no me sentía capaz de enfrentarme a un solo día sin dulces.
Al fina de mi última estancia en Australia descubrí el libro I Quit Sugar de Sara Wilson. Me lo leí entero en 24 horas y al día siguiente yo también dejé el azúcar. Quería comprobar por mí misma si era verdad todo lo que había leído. Empecé marcando un objetivo en mi diario: acabar el programa “detox” de 8 semanas propuesto por la autora.