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Creando estilos de vida sanos

Comedores impulsivos

“Hola, soy Cristina y soy comedora compulsiva”. Cristina no se llama Cristina. De hecho, cada vez que interviene ante personas con su mismo trastorno, utiliza un nombre diferente. La razón es que detrás del anonimato se esconde una adicción que domina las vidas de todos ellos: la obsesión por la comida.

“Siempre he sido comedor compulsivo, pero no me di cuenta hasta que estuve tres semanas encerrado en casa, yendo de la cama a la nevera a atiborrarme: me estaba matando”, confiesa Hugo, el único hombre del grupo que se dio cita esta semana en Madrid. Este informático cercano a la cuarentena lleva más de diez años acudiendo a los encuentros de Comedores Compulsivos Anónimos, después del momento detonador de una conducta autodestructiva que llevaba desde la infancia acompañándole: “De pequeño robaba la merienda a mis compañeros en el recreo. De mayor me comía los táper de mis colegas del trabajo”.