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Creando estilos de vida sanos

Vivirán felices hasta que la muerte los separe

“Comienza con un ‘no me caen bien tus amigos’, ‘mejor vamos a comer algo rico tú y yo en vez de ir con tus amigos’ o un ‘te vistes siempre igual, ya no te queda’ son comentarios simples y poco a poco van subiendo de tono.

Es como estar dentro de una olla que lentamente va subiendo su temperatura. No lo notas, es gradual y se disfraza de amor y culpa. Porque cuando comparas lo que vives con lo que otras mujeres viven: lo tuyo no puede ser violencia. No hay agresión física, las palabras y la humillación no se consideran formas de violencia.

Lo cierto es que es tan lento el proceso de manipulación y humillación que poco a poco vas perdiendo todo: tu amor propio, tu confianza, tu seguridad, tu gente y sobre todo a ti misma, tu esencia de pronto ya no es tan tangible. No es parte de una relación ceder todo el tiempo, dar la razón al otro, aunque sepamos que está mal.

Tu instinto te grita que algo está mal, algo no va bien y te envuelve tan bien que te ignoras, ellos son el centro de todo y si te alejas tú estás mal. Yo viví violencia psicológica, agresión sexual y amenazas por parte del progenitor de mi bebé. Permití que me hiciera a su antojo, porque no podía arruinar la vida de mi hija. Lo cierto es que ya estaba arruinada desde antes de ser mamá.

¿Qué iba a decir la familia? ¿cómo yo, siendo universitaria iba a aceptar que estaba viviendo un infierno? Las tradiciones y las normas dictan que al ser madre ya no tienes vida, “soy mamá y solo debo obedecer y servir a mi familia” y para ello debía anular mi ser, mi propia existencia porque ser madre es sinónimo de sacrificio.

Me anulé por mucho tiempo.

Un día me cansé y mandé todo a la chingada. A la vista de los demás fue y sigue siendo mi culpa porque yo lo corrí, arruiné el futuro de mi familia. Pero, si seguía ahí yo iba a arruinar mi vida con una pareja que no fue pareja conmigo. Me dejó morir y me hizo mucho daño. Mis días eran llorar y pensar en suicidio todo el tiempo por el dolor que me generaba y por las peleas y engaños continuos.

Hoy me agradezco haber salido de ahí. Me siento mejor. Duele, pero es lo mejor para mí y mi hija.

Gracias Liz por haber roto con los malditos paradigmas de la mujer abnegada y que soporta golpes, engaños, abusos y mentiras hasta el finalgracias por romper con la familia falsamente perfecta y por darte tu lugar primero antes que a nadie. Gracias por salvarnos de ese abismo y aunque hoy parece que estoy despertando de un sueño criogénico, de un coma, prefiero sentir que sigo viva a no sentir nada.”