Cambiaba sexo por anfetaminas, o por dónde dormir
Inicié en la metanfetamina porque quise. De tanto escuchar que estaba muy chingón el efecto me dio curiosidad. Mi papá es adicto al cristal y creo que me lo heredó, por eso me gusta tanto. Desde que fumé, me di cuenta que encontré la sustancia que me hacía falta. En los 10 años que tengo de adicción sólo dejé de fumar cuando me embaracé. Apenas mi hijo cumplió un año, volví a engancharme”.
Es este, y son otros relatos escalofriantes de mujeres adictas a la metanfetamina en Baja California, una entidad en donde se vive y se muere en los extremos. El autor ha ido en busca de los testimonios. Leerán tocas tan crudas como esta: “Les cambiaba sexo por cristal o por tener dónde dormir, porque cuando mis padres ven que estoy drogada, me cierran las puertas.
Me enganchó en el cristal (metanfetamina) el que era mi esposo. Apenas tenía 17 años y él acababa de cumplir la mayoría de edad. Todas las noches se ponía loco: deliraba, se jalaba el cabello y miraba a través de la ventana del baño, donde fumaba para que el humo no lo respirara nuestro bebé de un mes. Se quedaba viendo por la ventanita de arriba del escusado esperando que de la oscuridad apareciera alguien. Así era todas las noches que fumaba solo, aunque él prefería que lo visitaran para tener con quien drogarse y platicar. Cuando no tenía compañía, se molestaba y me despertaba para que yo también fumara. Como le decía que no, me golpeaba.
“Ya no quiero que me siga pegando”, pensé una noche. Ya me había provocado un aborto de un chingazo en el estómago, por eso acepté fumar una noche. Sentí un poco de susto pero me gustó que se me quitara el sueño y el cansancio de siempre estar cuidando al bebé. Nos comenzamos a llevar mejor porque nos quedábamos despiertos toda la madrugada fumando y platicando de cualquier cosa, lo malo fue que ya no le ponía mucha atención a mi hija por pasármela todo el día en el baño.
Tengo aquí en el centro de rehabilitación cinco meses. Me siento súper jodida. Ya son 10 años de adicción, de alucinar que en mi cabeza vive un gusano que camina bajo el cuero cabelludo y de tomarme selfies esperando retratar al animal. Mi cabello es otra historia, ya no me crece y los dientes se me caen porque el cristal tiene muchos ácidos que descalcifican y sacan caries; además, entre los cristaleros, es común que alucinemos que tenemos comida metida en las muelas y por eso las picamos con una aguja hasta que las terminamos rompiendo.