Conoce el testimonio de Anorexia de M.L.P
No sé muy bien cómo empezó todo. Recuerdo que empecé a interesarme por el ejercicio y una alimentación sana, por cuidarme. Al principio bajaba al gimnasio 1 hora cada dos días e intentaba comer lo más saludable posible: evitar chocolate, bollería, fritos… con el tiempo las horas de gimnasio fueron aumentando y bajaba todos los días 1 hora como mínimo y eso me hacía sentir muy bien. Empecé a cenar solo ensaladas y algo de carne pero todo a la plancha, también empecé a suprimir el pan. Poco a poco, (no sé en qué momento exactamente) llegó el momento en que mi menú se resumía en: ensaladas (ya sin aceite), pechuga a la plancha, café, té, queso fresco desnatado, yogures desnatados y fruta.
Recuerdo que desayunaba bastante: un vaso de leche, tostadas y un trozo de bizcocho y pensaba que me lo podía permitir ya que durante el día apenas comía.
A la hora de comer, en la facultad, mi comida se basaba en: o una ensalada o un vaso de gazpacho con una fruta o un yogur. Al principio notaba que unas amigas se daban cuenta de que algo pasaba porque no era normal, pero yo siempre evitaba el tema diciendo que no me había llevado dinero, o que lo que había ese día de comer no me gustaba, tenía miedo de que supieran que algo no iba bien ya que yo lo sabía pero no quería que me agobiaran porque yo no tenía ninguna intención de parar, es más, cada vez me sentía mejor haciéndolo, incluso cuando comía pensaba: ¨que bien que voy a adelgazar¨, ¨ellas van a engordar¨, ¨ cómo no les puede importar lo que están comiendo…¨ Mis compañeras de la residencia también se dieron cuenta, ya que solo cenaba ensaladas o, en muchas ocasiones, solo una pieza de fruta, incluso ya me preguntaban si esa noche bajaría a cenar porque no lo daban ni por hecho. Empecé a examinar mi cuerpo cada noche antes y después de ducharme y me alegraba comprobar que estaba bajando de peso, veía huecos que antes no me notaba, y eso me gustaba, me sentía orgullosa.
Empecé a evitar las salidas a comer o cenar, y si salía me aseguraba de que fuéramos a un sitio donde pudiera pedirme una ensalada, y si no lo hacía, cuando llegaba intentaba vomitar, aunque sin mucho resultado, pero no me importaba ya que al día siguiente no comía nada. Yo sabía que algo no iba bien porque me di cuenta de que la mayor parte del tiempo pensaba en qué podía hacer en la siguiente ingesta para comer menos y que ya prácticamente solo me alimentaba de lechuga.
Me asusté cuando me dejó de bajar la regla y una vez que me salieron unos bultos en la ingle y el médico me dijo que eran los
ganglios que se me marcaban. Me asusté pero no quería parar, ya que yo no me veía ni mucho menos enferma, había visto muchas veces a gente anoréxica y yo no me veía así.
No recuerdo el momento en el que mi madre decidió llevarme al médico, realmente no accedí a ir por mí, sino por ella, porque la veía sufrir. Cuando me dieron el ultimátum de una semana antes de ingresarme. Me asusté muchísimo: pensé en mis padres, mis amigos, mis estudios….. y también me daba mucho miedo engordar, creo que incluso más que todo lo demás, aunque una parte de mí no me dejara reconocerlo. Empecé a comer más antes de las visitas al médico, pero luego seguía restringiendo hasta la próxima semana.
Poco a poco esas comidas de antes de la sesión se convirtieron en pequeños atracones. Me empecé a asustar cuando tenía delante una tableta de chocolate y sin darme cuenta me había comido la mitad, así que empecé a vomitar. Poco a poco los atracones fueron aumentando en cantidad y en variedad hasta que llegó un momento en que no hacía comidas normales. Me sentía fatal, con nada de autoestima, todo el día con culpabilidad, tristeza… me daba asco a mi misma y lo único que me calmaba momentáneamente ese sentimiento eran los atracones. Empecé a engordar y eso influyó mucho en cómo me veía. En casa todo eran peleas, discusiones con mi madre sobre todo, no había un día que no discutiéramos.
Al final mi madre decidió que viniera a la Clínica CTA y yo la verdad es que no puse resistencia ya que en el fondo me encontraba mal, no me reconocía, era una persona que no soportaba y no sabía cómo había llegado tan lejos cuando parecía que tenía el control. Empecé con unas pautas bastante reducidas ya que no toleraba casi nada (fuera de un atracón claro). Lo recuerdo como la peor época ya que unos días lo hacía bien pero al siguiente no; restringía, me daba atracones con frecuencia, vomitaba cada vez que me los daba…., y cada vez me sentía peor, más culpable, más débil, más antisocial…. Creo que todo empezó a mejorar cuando vine a hospital de día, los atracones se fueron, pero los pensamientos de restricción y el miedo a engordar aún siguen, mucho menos que antes, pero están. Ahora estoy bastante contenta, ya que sin darme cuenta realmente estoy comiendo casi de todo, no tengo tantos pensamientos de restricción, ni de culpa, mi imagen corporal va a días, pero no es tan mala como antes, e incluso hay días en los que me llego a ver bien. Estoy muy contenta porque ahora sé lo que es estar mejor y me ha ayudado a ver con claridad que lo de antes no era vida y que todo está en mi mano. Tengo muchas ganas de curarme, aunque sé que aún me queda trabajo y que este testimonio de anorexia aún no ha escrito sus últimas palabras.
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