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Creando estilos de vida sanos

Comedores compulsivos anónimos: “Mi adicción a la comida me estaba matando”

La razón es que detrás del anonimato se esconde una adicción que domina las vidas de todos ellos: la obsesión por la comida.

“Siempre he sido comedor compulsivo, pero no me di cuenta hasta que estuve tres semanas encerrado en casa, yendo de la cama a la nevera a atiborrarme: me estaba matando”, confiesa Hugo, el único hombre del grupo que se dio cita esta semana en Madrid. Este informático cercano a la cuarentena lleva más de diez años acudiendo a los encuentros de Comedores Compulsivos Anónimos, después del momento detonador de una conducta autodestructiva que llevaba desde la infancia acompañándole: “De pequeño robaba la merienda a mis compañeros en el recreo. De mayor me comía los táper de mis colegas del trabajo”.

La comida es mi refugio ante emociones y sentimientos que no sé controlar

Esta patología, relacionada con la bulimia -aunque no lleva necesariamente implícito una respuesta purgativa tras la ingesta-, es tan común como desconocida y se caracteriza por una irrefrenable e incontrolable pulsión por comer, a menudo como respuesta a un problema personal. “Suele producirse para llenar una sensación de vacío asociada a otras patologías: estados de ánimo bajo, ansiedad, baja autoestima, soledad o escasas habilidades sociales…”, explica Francesca Román, experta en trastornos alimentarios de Centrum Psicólogos.

“No sé enfrentarme a las cosas, no acepto la frustración y la comida es mi refugio ante emociones y sentimientos que no sé controlar”, añade Verónica, una psicóloga de 39 años y madre de tres hijos que desde la adolescencia lucha contra esta enfermedad, a pesar de que reconoce que “odia la gordura”. Por eso, sus épocas de atracones se alternan con otras de dietas extremas, o anorexia, un comportamiento muy común entre los comedores.