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Creando estilos de vida sanos

Natalia* y la adicción a las redes sociales


También pude haber escrito sobre Jairo, quien era un adicto al sexo que ya no trabajaba; todo el tiempo se escondía detrás de perfiles de mujeres lesbianas maduras creados por él en las redes sociales, para tener “relaciones sentimentales” con otras lesbianas. Muchas le enviaban fotos desnudas y en poses sexuales.
Sin embargo decidí mostrar la historia de Natalia, pues aunque su
trayectoria como adicta a las redes sociales fue apenas de un par de meses,
vale la pena exponer los problemas en los que se vio sumergida, para que muchos
adolescentes eviten verse en esta misma situación que puede agobiar tanto a un
adicto, como a alguien que no lo es. Ella es una de las primeras personas que
me contactó después de haber leído mi libro electrónico “Un Favor Antes de
Morir”.
Natalia era una muchacha normal, bonita, extrovertida, amante de los
deportes al aire libre, las fiestas, pasar tiempo con sus amigos, y por
supuesto, las redes sociales.
Según sus padres, pasaba mucho tiempo frente al computador, sin embargo
a ella le parecía apenas lo normal; no tenía ni más, ni menos presencia que la
mayoría de sus amigos en las redes sociales. Hacía las cosas que hacen
habitualmente todos los de su generación. Recomendar videos de sus artistas
favoritos, colgar fotos, y expresar públicamente su estado de ánimo, sus
pensamientos, deseos y decisiones.
Natalia iba en segundo semestre de universidad y acababa de cumplir los
dieciocho años, cuando comenzó a sumergirse en el oscuro agujero del que llegó
a creer que solamente la muerte la iba a sacar.
Hacía poco había terminado una relación sentimental de dos años con
Javier su amor del colegio, con quien alguna vez pensó que quería compartir el
resto de su vida. A pesar del profundo amor que sentían el uno por el otro, el
hecho de estudiar en universidades distintas hacía que tuvieran muy poco tiempo
para verse. Poco a poco, la relación se fue diluyendo en el tiempo y el olvido.
Así, un día, en una discusión, ambos decidieron cerrar ese ciclo con mucho
dolor.
Natalia no quería saber nada de ningún hombre; no se sentía capaz de
enamorarse otra vez. Estuvo un par de meses muy triste, expresando estados de
ánimo negativos en su muro de Facebook.
Un día se puso a hablar con Linda, una compañera de universidad con
quien había tenido poca interacción hasta ese momento. Entre muchas cosas,
hablaron de desamor y de hombres. Linda también estaba despechada y se
sintieron identificadas. De alguna manera hablar con otra persona sobre su
corazón roto le producía algo de alivio. Comenzaron a compartir más tiempo,
pues milagrosamente dejaron de sentirse solas e incomprendidas. Un viernes en
la tarde, después de que terminaron de hacer un trabajo en la casa de Linda,
decidieron tomarse un vino… luego otro… y otro más… y al final habían consumido
dos botellas. Brindaron por las mujeres, contra los hombres, por la
independencia, por los príncipes azules que vendrían, por los sapos que se fueron,
se rieron, lloraron, se consolaron, se abrazaron…
Y se besaron.
Primero fue un beso tímido; luego otro más atrevido; al final se les
pasaron los tragos mientras se besaban apasionadamente y se tocaban por encima
de la ropa.
Esa noche, mientras iba en Transmilenio para su casa, ya con los
síntomas de la resaca, Natalia recordaba con incredulidad lo que le acababa de
suceder. Nunca antes en su vida se había sentido atraída por una mujer. No se
explicaba cómo había dejado que las cosas llegaran hasta ese punto.


Fuente: http://blogs.eltiempo.com/adicciones-del-nuevo-milenio/2012/03/02/natalia-y-la-adiccion-a-las-redes-sociales/