Me di cuenta a tiempo y eso me salvó

“Tenía 16 años cuando empecé a sentir que mi cuerpo nunca era suficiente. Veía imágenes en redes sociales y compararme se volvió algo diario. Dejé de comer ciertos alimentos, luego casi todos, y cuando comía me sentía culpable. Al principio pensé que era normal, que solo quería ‘cuidarme’, pero mi estado de ánimo cambió, me aislé y mi salud comenzó a deteriorarse.

Mi mamá fue quien notó que algo no estaba bien. Me llevó con un especialista y ahí entendí que estaba enfrentando un trastorno de conducta alimentaria. Escuchar que no era la única y que lo que sentía tenía un nombre fue un alivio enorme. El tratamiento no fue fácil, pero contar con apoyo psicológico y nutricional me ayudó a recuperar no solo mi salud, sino también mi relación con la comida y conmigo misma.

Hoy sé que pedir ayuda a tiempo hizo toda la diferencia. Hablar de estos temas sin miedo puede salvar vidas, especialmente en adolescentes que, como yo, creen que el silencio es la única opción.”