“El día que dejé de sentirme yo”
“Empecé con opioides después de una lesión en la espalda. Al principio fue alivio: el dolor se iba y todo parecía más ligero. Con el tiempo, ya no los tomaba para el dolor, sino para no sentir ansiedad ni vacío. Subí dosis sin darme cuenta y empecé a mentir para conseguir más. Perdí el trabajo, me alejé de mi familia y cada día despertaba pensando solo en la siguiente pastilla. El día que entendí que podía morir fue cuando me quedé sin aire tras mezclar dosis. Pedí ayuda. La abstinencia fue dura, pero volver a sentir, aunque doliera, valió la pena. Hoy sigo en tratamiento y aprendí que el alivio rápido casi siempre cobra un precio alto.”
-Juan M., 38 años (testimonio anónimo, experiencias reales).
|