La lucha de Alan.

Alan Gallegos comenzó a beber a los 25 años sin pensar que llegaría a desarrollar una dependencia. Al principio, solo tomaba una cerveza los sábados con amigos; no le gustaba especialmente el alcohol, pero lo veía como una forma de socializar. Con el tiempo, la cantidad y la frecuencia fueron aumentando: de beber ocasionalmente pasó a consumir alcohol casi todos los días. Eventualmente, se encontró bebiendo desde la mañana hasta la noche, gastando cerca de £40 diarios solo en bebidas alcohólicas.

Su salud comenzó a deteriorarse rápidamente. Alan notó cansancio extremo, pérdida de apetito y un aspecto físico cada vez más descuidado. El punto de quiebre llegó cuando un profesional de la salud le advirtió que, si no dejaba de beber de inmediato, le quedaban apenas ocho meses de vida. El diagnóstico lo impactó profundamente; fue la llamada de atención que necesitaba.

Decidió dejar el alcohol por completo, sin tratamientos médicos extensivos, apoyándose principalmente en su fuerza de voluntad. La recuperación fue difícil: sufrió síntomas de abstinencia, insomnio y ansiedad, pero con el tiempo logró mantenerse sobrio. Hoy, Alan afirma sentirse transformado física y emocionalmente, aunque todavía lidia con el estigma y la vergüenza que acompañan a la adicción. Para él, contar su historia es una forma de crear conciencia sobre cómo el alcoholismo puede desarrollarse lentamente y tener consecuencias devastadoras si no se atiende a tiempo.