Toqué fondo, pero encontré la salida
Comencé a consumir cocaína a los 19 años, en fiestas, por curiosidad, porque todos lo hacían. Al principio parecía divertido, incluso me sentía más seguro de mí mismo. Pero lo que empezó como algo ‘social’ se convirtió en una necesidad diaria.
Perdí el contacto con mi familia, con mis amigos, y también mi trabajo. Me veía al espejo y no reconocía al tipo que estaba frente a mí. Lo peor fue cuando empecé a robar para comprar droga… ahí supe que había cruzado un límite.
Un día me desperté en una banca de un parque, sin saber cómo había llegado allí. Ese fue mi punto de quiebre. Llamé a mi madre después de tres años sin hablarle, llorando, pidiéndole ayuda. Ella me abrazó y me llevó a un centro de rehabilitación. Fue duro, muy duro. Pero allí entendí que la adicción era una enfermedad, no una debilidad.
Hoy llevo cinco años limpio. No ha sido un camino fácil, pero cada día es una victoria. Recuperé a mi familia, conseguí un trabajo estable y me ofrecí como voluntario para ayudar a otros. Quiero que sepan que siempre se puede volver a empezar