Perdà todo por las apuestas, pero recuperé mi vida
"Recuerdo la primera vez que aposté. Fue en línea, durante un partido de fútbol. Gané 500 pesos y sentí una euforia que nunca había experimentado. Pensé: 'Esto es fácil'. Pero lo que parecía inofensivo se convirtió en una pesadilla. Empecé a apostar cada vez más seguido: primero con mi sueldo, luego con ahorros, y más tarde con dinero prestado. Llegué a mentirle a mi esposa, a ocultarle estados de cuenta, incluso a empeñar cosas de la casa. Todo por esa sensación de “casi ganar”.
Perdí mi trabajo porque pasaba más tiempo viendo marcadores que haciendo mi labor. Mis hijos dejaron de verme como su ejemplo. El día más duro fue cuando mi hija de 8 años me preguntó por qué mamá lloraba tanto. Ahí entendí que había tocado fondo.
Busqué ayuda, empecé terapia y me uní a un grupo de apoyo. No fue fácil. La ansiedad y el impulso seguían ahí, pero poco a poco fui recuperando la confianza de mi familia y, sobre todo, la mía. Llevo tres años sin apostar. No me avergüenza contarlo, porque si alguien que me lee está en ese camino, quiero que sepa que se puede salir. Pero hay que pedir ayuda. Solo no se puede.”