Montse, Carlos y Ángel, tres alcohólicos en recuperación.
En una de las salitas donde realizan las terapias de grupo, Montse y Carlos confiesan cuál fue su "suelo emocional", el momento en que dijeron basta. Montse consumía alcohol a diario, empezaba con los vinos a mediodía y después de la comida iba a whisky. "Llegaba a casa y no quería ni ver a mis hijos. Me iba directa a dormir, para esconderme. La angustia que sentía cuando me levantaba hacía que volviera a beber". Carlos explica que su "momento" fue cuando descubrió "que salía a tomarme una cerveza y amanecía en una casa en la que no conocía a nadie, bebía solo y regresaba a casa tres días después". Ángel matiza que no todo el mundo que bebe es un alcohólico, pero que todos los alcohólicos dependen del alcohol. Lo toman como recompensa de las alegrías y para ahogar los enfados. Y se consideran "enfermos". Tomar conciencia de que no era "un vicioso" sino "un enfermo" fue para Carlos una de las claves para conseguir afrontar su recuperación, un proceso que no es fácil. Montse y Carlos saben lo que es tener una recaída. "Es que no era su momento", justifica Ángel. Alcohólicos Anónimos tiene 77 grupos operativos en Madrid, más de 800 en toda España. Cada vez les llama gente más joven y más mujeres. También son populares entre los inmigrantes. El grupo para ellos es una extensión de la familia. "Lo que le sucede a uno nos preocupa a todos", resume Montse. Ángel se despide pidiendo que se traslade el mensaje de que "un alcohólico que deja la bebida y su obsesión puede hacer una vida normal. Porque está protegido". Su lema es que hay que decir "no" a la primera copa, "porque así no entrarán el resto en cadena".
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