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Creando estilos de vida sanos

Historia de Rosa

“Ya no quiero que me siga pegando”, pensé una noche. Ya me había provocado un aborto de un chingazo en el estómago, por eso acepté fumar una noche. Sentí un poco de susto pero me gustó que se me quitara el sueño y el cansancio de siempre estar cuidando al bebé. Nos comenzamos a llevar mejor porque nos quedábamos despiertos toda la madrugada fumando y platicando de cualquier cosa, lo malo fue que ya no le ponía mucha atención a mi hija por pasármela todo el día en el baño. Este es mi segundo anexo. Me trajeron en la voladora. Una noche que ya no encontraba la puerta de salida, enfadada de prostituirme por una dosis o por no tener donde dormir, me arranqué a casa de mi mamá. Caminé una hora de madrugada y llegué cuando se estaba yendo a trabajar. Abrió la puerta y me vio toda mugrosa, sin comer ni dormir por varios días, sólo alimentada con agua de la llave. Me abrazó y me dijo: “Métete a dormir, faltaré a trabajar y te cocinaré el desayuno”. Pero por dentro yo pensaba: “Va a valer verga este pedo”. Siempre que iba a su casa sólo me bañaba, comía y me largaba porque si me quedaba dormida corría el riesgo de que le hablara a los del centro [de rehabilitación]. Dicho y hecho: me quedé dormida y como a las tres horas abrí los ojos y vi a cuatro cazafantasmas (llamados así porque visten de blanco y manejan una camioneta del centro de rehabilitación del mismo color) junto a la cama mirándome: “Ya sé quiénes son”, les dije, “me levantaré sola, no me toquen”. Me puse de pie, caminé a la salida y le pedí a mi mamá los cigarros que me había comprado. “Todo saldrá bien hija”, fue lo único que escuché. Tengo aquí en el centro de rehabilitación cinco meses. Me siento súper jodida. Ya son 10 años de adicción, de alucinar que en mi cabeza vive un gusano que camina bajo el cuero cabelludo y de tomarme selfies esperando retratar al animal. Mi cabello es otra historia, ya no me crece y los dientes se me caen porque el cristal tiene muchos ácidos que descalcifican y sacan caries; además, entre los cristaleros, es común que alucinemos que tenemos comida metida en las muelas y por eso las picamos con una aguja hasta que las terminamos rompiendo. La historia más extraña que he vivido desde que fumo es el sexo con animales. Mi ex pareja se cogía a las gallinas que su abuelo dejaba en nuestra casa y de vez en cuando también a nuestro perro. Lo sé porque una vez se salió al patio y ya no regresó. Salí a buscarlo y escuché ruidos en el cuarto de herramientas, abrí la puerta y lo vi cogiéndose a una gallina. Cuando me vio la aventó y se fue como si nada. La segunda vez que lo miré estaba en la sala con los pantalones abajo: se la estaba metiendo de perrito a nuestro perro. Es que a la metanfetamina le ponen yumbina y eso te pone muy caliente. Hay personas a las que se les voltea la hormona y tienen relaciones con los de su mismo sexo. Nunca me he hecho lesbiana pero sí he participado en tríos y algunas parejas que he tenido me han pedido que les meta pepinos o zanahorias por detrás. Es tanta la calentura que uno es capaz de todo, y como yo ando igual, no lo veo tan raro.