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Creando estilos de vida sanos

Neumonía: Relato de una lucha a muerte

Estamos a principios de diciembre, a principios del verano del sur; a pesar de eso, llueve y hace frío. Eso es mala cosa. “Estamos en la época de pico –explica Félix–. La malaria se dispara y supone un 45-50% de todas las consultas en un solo día. Las infecciones respiratorias también aumentan y a pesar de que la situación es mejor que hace unos años, continúan llegando bastantes niños con neumonía”. En la zona de espera de su pequeña consulta, se protegen de la fina lluvia unas veinte mujeres con sus hijos en brazos. Han caminado entre una y dos horas para traer a sus hijos a la consulta pediátrica. A pesar de la larga caminata bajo la lluvia y del inesperado frío, a pesar de haber tenido que dejar en casa a sus hijos pequeños a cargo de una hermana o una vecina y de haber perdido un día entero de trabajo en la machamba, están contentas. Tienen una rara suerte y lo saben. En la pediatría de Manchiana, Félix atenderá a sus hijos con empatía, diagnosticará la dolencia que les enferma y además llevará a cabo una exploración completa de su estado de salud: “En nuestro distrito la cobertura vacunal es alta y si en la consulta detecto a un niño al que le falta alguna dosis lo refiero a la enfermera de la Unidad Sanitaria para que le dé una dosis de recuperación. Lo mismo hago si encuentro un niño malnutrido agudo. La enfermera tiene comida terapéutica lista para usar en su stock y le dará el tratamiento necesario que podrá tomar en su casa”. Félix tiene en su organizada consulta los medicamentos básicos necesarios para tratar las principales enfermedades que afectan a los niños en Mozambique, y además tiene la formación adecuada para detectar cuándo la condición de un niño requiere unos cuidados que él no le puede dar y obliga a derivarlo al hospital de Manhiça, que dista unos 15 km. El mes pasado Félix atendió a 573 niños en su pediatría; tres de ellos necesitaron ser hospitalizados de forma inmediata; dos tenían malaria y uno neumonía. Un LandCruiser del hospital, que cuando se precisa actúa como ambulancia, vino a buscar a los tres niños y los transportó junto con sus madres al hospital de Manhiça. Esa operación se llevó a cabo con rapidez y sin ningún coste para las familias de los tres niños gravemente enfermos. Los tres se recuperaron rápidamente después de recibir los cuidados que requerían en el hospital. Eso, que podría parecer lo normal en casos de enfermedad grave en niños pequeños, no es habitual en Mozambique. De hecho, en la mayoría de los casos es mortalmente impensable. La Unidad Sanitaria de Manchiana y su pediatría y en general todo el sistema de salud del distrito de Manhiça al sur de Mozambique son al mismo tiempo una extraordinaria experiencia y una terrible excepción. Lo uno y lo otro se explican exclusivamente por la presencia del Centro de Investigaçao em Saude de Manhiça (CISM). Hace más de veinte años un grupo de médicos españoles fundó en Manhiça un centro de investigación y atención médica que con el tiempo se ha convertido en el CISM. El objetivo de ese grupo de médicos e investigadores liderados por el Dr. Pedro Alonso era muy simple: poner la investigación médica y la evidencia científica al servicio de las gentes de Mozambique que morían prematuramente de enfermedades fácilmente prevenibles y curables. Con los años y el esfuerzo de mucha gente e instituciones –de manera notable de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo– el CISM se ha convertido en un extraordinario ejemplo de medicina basada en la experiencia puesta al servicio de la población. La investigación médica que promueven, y que en gran parte desarrollan médicos africanos formados por el propio centro, ha generado la evidencia necesaria entre muchas otras para empujar definitivamente la incorporación de las vacunas PCV10 y PCV13 al Programa Extendido de Vacunación de Mozambique, lo que en gran medida es responsable por la radical reducción de la incidencia de la neumonía en el país. Asimismo, la presencia del CISM y el empoderamiento que ha supuesto para el sistema de salud del distrito explica que sus 180.000 habitantes tengan un acceso a la salud significativamente mejor que las del resto del país, y que eso, a su vez, haya contribuido drásticamente a reducir a la mitad la mortalidad de los niños menores de 5 años en comparación con la media general de Mozambique. Cuando nos despedimos de Félix, sus últimas palabras transmiten un orgullo comprensible y al mismo tiempo una desgarradora pesadumbre; “Si toda la gente de Mozambique tuviera la atención sanitaria que tiene la población en Manhiça, nuestro país sería un lugar distinto y el futuro de su gente sería radicalmente mejor y más justo”.