16 de November del 2012
Primero, una certeza: el consumo elevado de alcohol de una embarazada tiene efectos perjudiciales para el feto, tanto físicos como psicológicos, que se desarrollarán y durarán el resto de su vida. Pero, ¿qué sucede cuando la ingesta de alcohol se limita a una simple cerveza alguna tarde o los fines de semana?
En situaciones donde el alcohol sólo forma parte de madre e hijo de manera leve o moderada es cuando se entra en el terreno de las contradicciones científicas . Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista "PlosONE" por investigadores de las universidades de Oxford y Bristol (Reino Unido) asegura que ha conseguido limitar la confusión de anteriores trabajos llegando a la conclusión de que beber alcohol, aunque sea en cantidades moderadas, puede afectar levemente el coeficiente intelectual del niño.
Consumo moderado, perjuicio leve
Ante la falta de un baremo universal que indique qué es consumo moderado o no, los investigadores tomaron la medida de una a seis copas de alcohol a la semana e investigaron a 4.000 madres y sus hijos pertenecientes al estudio Children of the 90s . Para analizarlos, buscaron "un método científicamente sólido que examinara los vínculos entre las exposiciones y los problemas posteriores utilizando lasvariantes genéticas que modifican los niveles de exposición y que no están influidos por otros factores sociales o ambientales", explica la doctora Sarah Lewis, líder de este estudio.
"Anteriores estudios han revelado datos contradictorios e inconsistentes sobre los efectos de la ingesta moderada de alcohol en el coeficiente intelectual del niño. Esto se debe especialmente a que es muy difícil separar los efectos de su consumo del estilo de vida de la madre y otros efectos sociales, como el tabaquismo, la dieta, el nivel socioeconómico o la edad materna", comenta la doctora Lewis.
Así que para evitar estos problemas, los autores investigaron las variaciones genéticas, observando que cuatro de ellas, encargadas de metabolizar el alcohol, estaban estrechamente relacionadas con unmenor cociente intelectual de los niños cuando los volvieron a estudiar a los ocho años.
"Cuando una persona bebe alcohol, el etanol se convierte en acetaldehído gracias a la acción de un grupo de enzimas. Las variaciones en los genes que codifican estas enzimas conducen a diferencias en su capacidad de metabolizar el etanol. En los denominados "metabolizadores lentos", los niveles máximos de alcohol pueden ser más altos y persisten durante más tiempo que en los "metabolizadores rápidos", ya que se cree que metabolizar rápidamente el etanol protege frente al desarrollo anómalo del cerebro en los bebés, ya que llega menos alcohol al feto", expone el estudio.
Vistos estos factores, los resultados descubrieron que el consumo a bajos niveles -que normalmente se han considerado inofensivos- estaba relacionado con diferencias de hasta dos puntos en el cociente intelectual de los niños de madres con esta ingesta frente a las que se abstuvieron de beber durante los nueve meses de gestación. "Aunque el daño parece menor, lo cierto es que lo podemos evitar", subraya esta especialista.