26 de September del 2012
¡Gané!”. El estómago se le contrae de la emoción, sus mejillas se sonrojan y sus pequeños brazos jalan todas las monedas hacia él. Desde los ocho años supo que gritar “¡gané!” significaba dinero nuevo para seguir apostando. Es Arturo Rodríguez, un adicto al juego.
Se ha dedicado a apostar en casas de juego clandestinas durante 40 años de su vida. Solamente ha trabajado siete años y medio; el resto del tiempo ha vivido de las apuestas. “El juego me ha dado de comer, a mis ocho hijos y a mis tres esposas, pero también me ha llevado a la ruina económica”, dice.
Arturo es uno de los 2 millones de mexicanos que requieren de tratamiento médico por su dependencia al juego. Según Manuel Ponce, especialista de los Centros de Integración Juvenil, estas dependencias deben ser más estudiadas, documentadas y tratadas pues tienen repercusiones sociales muy graves.
La ludopatía de Arturo, de 48 años, inició cuando ganó sus primeros 50 centavos jugando póquer con sus hermanos mayores. Desde entonces el juego es un vicio. Se sabe adicto, pero no le interesa curarse y en México tampoco tiene muchas posibilidades, pues en el sector público de salud solamente se atienden pocos casos en el Hospital Siquiátrico Juan N. Navarro.
Los ludópatas como Arturo sienten una incontrolable necesidad de jugar, menospreciando cualquier consecuencia negativa. “Yo pienso en jugar todo el día”, dice. Padece ludopatía, una conducta reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno mental.
En México, la Ley Federal de Juegos y Sorteos permite los centros donde se juegan números, como el Yak o el Bingo, así como los centros remotos, aquellos locales en donde se cruzan apuestas sobre actividades deportivas transmitidas en vivo, también conocidos como books.
Aunque los ludópatas le apuestan a todo, la mayoría de ellos busca lo clandestino, pues ahí hay más ganancias. “Nos ahorramos impuestos y hay más dinero de por medio”, dice Arturo.
Le apuestan a juegos de futbol, loterías, carreras de caballos, peleas de gallos, volados en la calle o lo que sea que deje dinero. Son jugadores compulsivos y pocos se saben enfermos.
Arturo ha apostado hasta 120 mil pesos en un partido de futbol y los ha perdido. Es visitante asiduo de casas clandestinas, donde se corren apuestas que van de 300 mil pesos como máximo, a 2 mil pesos como mínimo.
Desde niño jugaba las noches de todos los sábados baraja con sus hermanos. Conforme pasaron los años aprendió más juegos hasta el punto en que no podía estar sin apostar algo. Llegó a apostar durante 12 horas continuas. Organizaba apuestas en el mercado donde trabajaba. Con el dinero ganado compró casas y microbuses, que perdió a los pocos años, también en el juego.
Su adicción lo llevó en cuatro ocasiones a Las Vegas. “Me traía 6 mil dólares y a veces dejaba 5 mil”. Tocó fondo hasta que perdió todo; fue entonces cuando se fue a Estados Unidos a trabajar. Lo hizo durante siete años y medio, hasta que logró pagar sus deudas. Sin embargo, nunca dejó de apostar. “En Estados Unidos apostaba hasta los refrescos, porque no tenía dinero para jugar; ahí me di cuenta que lo mío es una enfermedad”.
Hoy se dedica a apostarle a los partidos de futbol y beisbol. Gana 6 mil pesos al mes y nunca arriesga más de ese dinero simplemente por una razón: “No tengo más con qué apostar”; ese es su tratamiento. No juega más de lo que tiene, pero se tiene que mantener con la adrenalina que le da el juego. “Me quiero morir apostando”.
Cuando un ludópata pierde una apuesta, lo que menos le duele es el dinero. “En lo que realmente pensamos es en que no tendremos la oportunidad de volver a apostar”, dice.
Según Manuel Ponce Bernal, especialista de los Centros de Integración Juvenil, los ludópatas difícilmente se asumen como enfermos o adictos al juego, en parte por desconocimiento o por temor al rechazo social, y por el estigma de que su padecimiento es un vicio y no una enfermedad.
En México no existen campañas de prevención, ni siquiera se conoce una estadística real sobre el número de ludópatas; es más, ni la Secretaría de Salud ni en el Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic), ni tampoco el sector privado han realizado campañas para prevenir la adicción al juego.
Los ludópatas dejan ganancias millonarias al mercado de juegos y sorteos. Las loterías arrojan, según cifras oficiales, ganancias de hasta 5 mil millones de dólares en México, y en el mundo se calcula un beneficio de 200 mil millones de dólares anuales.
En las peleas de gallos, por ejemplo, las apuestas van desde los 500 hasta los 12 mil pesos. Se realizan los fines de semana entre la una y las tres de la mañana, y dejan ganancias aproximadamente de 36 mil millones de dólares al año.
Las casas de juego y sorteos calculan ganancias en 680 millones de pesos en el primer año; la lotería instantánea representa ingresos de 40 mil millones de dólares, mientras que la lotería por internet ya llega a niveles de 15 mil millones de dólares anuales.