
27 de October del 2025
Se dice que los alemanes tenían la costumbre de decidir un caso dos veces: una vez en estado de ebriedad y otra vez sobrios. Sólo se aprobaban las propuestas aceptadas en ambas ocasiones.
Según el relato del historiador romano Tácito hacia el año 100 d.C., las bebidas alcohólicas eran parte integral de la vida de los pueblos germánicos. De hecho, la cerveza y el vino formaron parte de la dieta básica de muchas civilizaciones del mundo occidental durante siglos.
La fascinante relación entre los humanos y el alcohol tiene raíces mucho más profundas. Diversas investigaciones establecieron que nuestros ancestros simiescos ya estaban expuestos al alcohol. El sabor y el olor de este compuesto químico activan una región del cerebro asociada con la sensación de hambre. La fruta madura contiene más azúcar, es más rica en energía y libera sustancias volátiles, sobre todo etanol, aroma que nuestros antepasados debieron detectar a grandes distancias.
En su libro Breve historia de la embriaguez, Mark Forsyth aboga por la teoría de que hace diez millones de años, a nuestros antepasados les encantaba la fruta excesivamente madura. Una mutación genética que se produjo durante este periodo habría resuelto el problema de cómo el organismo metabolizaba el alcohol.
Bebida higiénica y fortificante
En el Neolítico, cuando el ser humano se volvió sedentario y empezó a cultivar la tierra, algunas civilizaciones comenzaron a producir bebidas alcohólicas de forma sistemática.
Gracias a la presencia de ácido tartárico, que deja huellas claramente visibles en los recipientes antiguos, los arqueólogos han podido confirmar la presencia de alcohol en diversas culturas antiguas: los primeros vestigios datan de alrededor del año 7000 a.C. en China, y también hay evidencias posteriores en Irán y la cuenca mediterránea. Además, numerosas representaciones en estatuillas y pinturas revelan que, milenios antes de nuestra era, la cerveza y el vino ya eran productos de placer y alimentos cotidianos ¡sí, alimentos! en Mesopotamia, Asiria, Babilonia y Creta.
En Egipto, por ejemplo, se apreciaba mucho el valor nutricional de la cerveza por su aporte de vitaminas y oligoelementos. Además, la cerveza estaba menos contaminada que el agua, lo que la convirtió en una bebida segura y popular para calmar la sed durante siglos. En el siglo XI, el abad anglosajón Ælfric escribió: «Bebo cerveza cuando la tengo, y agua cuando no tengo cerveza».
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