21 de July del 2025
Ciudad de México.— La cardióloga Rosa María Vargas Guzmán descubrió en terapia algo que antes no había notado: comía pan no por hambre, sino por una necesidad emocional. Asoció el olor del pan con el amor de su abuela, y con ello comprendió cómo su sobrepeso estaba profundamente ligado a heridas emocionales del pasado.
“Buscaba la sensación de su abrazo”, relató en entrevista, tras compartir que solo a través del acompañamiento psicológico entendió el vínculo entre sus emociones y la comida.
La doctora, quien padeció obesidad —enfermedad que afecta a casi una tercera parte de la población mexicana según la Secretaría de Salud— reconoció que no bastaba con medicinas ni dietas: era necesario sanar desde lo emocional. “Si no hubiera trabajado esto en terapia, yo seguiría buscando el cariño en el pan”, dijo.
En su práctica clínica, decidió implementar una estrategia integral. Así nacieron los círculos de apoyo, sesiones virtuales semanales encabezadas por la psicóloga Ángela Trejo, especialista en logoterapia y enfoque cognitivo conductual. La intención: brindar un espacio seguro para hablar, entender y sanar.
“Muchas personas con obesidad se aíslan y han sufrido bullying desde la infancia. En estos espacios buscamos que se sientan comprendidas, sin juicio ni crítica”, explicó Trejo.
Los estudios respaldan esta relación. Investigaciones recientes muestran que las personas con obesidad tienen entre 18% y 55% más riesgo de sufrir depresión, y viceversa. Además, 2 de cada 5 personas con obesidad presentan algún trastorno psiquiátrico, como ansiedad o trastornos alimenticios.
Trejo añade que factores como el estrés, el trauma o incluso abusos sexuales pueden llevar al sobrepeso. “Muchas veces, el cuerpo se convierte en una barrera protectora. Es una forma inconsciente de defensa”.
Uno de los temas más abordados en estos círculos es el hambre emocional, que aparece de forma repentina y suele calmarse con alimentos ricos en azúcar o grasa, debido a la liberación de dopamina, la hormona del placer.
La diferencia con el hambre física es crucial: esta última desaparece al comer; la emocional persiste porque busca consuelo, no saciedad.
En palabras de la doctora Vargas, tratar la obesidad sin atender la salud mental es quedarse en la superficie. “Si pudiéramos atacar de fondo, desde la ansiedad, la depresión y el estrés, creo que no habría tanto sobrepeso en nuestro país”.
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