27 de febrero del 2023
Según el psicólogo Andrey Gómez, en la mayoría de casos, este hábito es señal de un conflicto psicológico mayor, al que se le debe prestar atención.
“Ningún caso es igual a otro, todos deben estudiarse de forma independiente y analizarse según el entorno de la persona y su edad”, agregó el experto.
Por ejemplo, en la temprana infancia, “comerse las uñas” es un síntoma de la etapa oral, donde llevarse las manos a la boca y morder forman parte de aprendizaje. No obstante, en algunos niños esta práctica puede generar gran satisfacción, lo que hace que se repita de forma constante. Por lo general, esta práctica desaparece con el desarrollo.
En la adolescencia podría ocurrir por varias razones, una de las más frecuentes es por heridas autoinfligidas que se originan por la no aceptación de sí mismos. También suele ser un signo ansioso ante una situación particular; por ejemplo, la separación de los padres o el bullying , entre otros.
“Los adultos se comen las uñas principalmente por trastornos ansioso-depresivos, lo que desencadena una compulsión que busca liberar la tensión producida por baja autoestima, sentimientos de minusvalía o tristeza”, explicó el psicólogo.
Esta compulsión se incrementa ante el estrés o el temor. Por ejemplo, surge cuando se deben enfrentar situaciones angustiantes, ya sea en el trabajo, la familia, o durante un examen.
La onicofagia en muchos casos se puede acompañar de otros trastornos, como el insomnio, la pérdida de deseo sexual y problemas alimentarios.
El tratamiento dependerá de cada caso, pero en todos se recomienda la ayuda de un profesional en comportamiento o trastornos emocionales; puede ser un psicólogo y, en casos más serios, un psiquiatra.