25 de enero del 2023
El café es la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua. Solemos tomar un café al despertar, otro tras la comida y en numerosas ocasiones lo bebemos a media mañana o en la merienda. Además, la cafeína no solo se encuentra en esta bebida, sino que también está presente en otras como el té, la cola, bebidas energéticas, etc. La presencia de cafeína en todos estos productos hace que al día ingiramos una alta cantidad de esta sustancia, aumentando la probabilidad de desarrollar adicción a la misma.
La cafeína no suele conllevar riesgos para la salud a dosis medias/bajas, pero si nuestro consumo es alto, pueden aparecer complicaciones. El desarrollo de la dependencia a la cafeína es posible si se administra de manera repetida durante un determinado periodo de tiempo, entre 6 y 15 días. Las personas adictas comienzan a presentar síntomas de abstinencia a partir de las 12-24 horas tras el cese del consumo y puede prolongarse hasta una semana. No obstante, esto dependerá principalmente de la tolerancia y otras características propias de la persona.
La ingesta regular de cafeína puede afectar a la actividad y a la química cerebral. La principal razón por la que esto ocurre es el efecto antagonista de la cafeína, como ya mencionamos anteriormente. Cuando esto sucede, el organismo genera más receptores de adenosina, ya que percibe que este neurotransmisor no está consiguiendo unirse a ellos. Esto es a lo que llamamos ‘tolerancia’, ya que, con la misma dosis de cafeína ahora estaremos más somnolientos (porque habrá adenosina que consiga ligarse a sus receptores), y si quisiésemos suprimir este cansancio necesitaríamos mayores dosis de cafeína.
Además, si la ingesta de cafeína cesa de manera brusca cuando ya han aumentado los receptores de adenosina, el síndrome de abstinencia será mayor: cefalea, fatiga o somnolencia notable, disforia, desánimo o irritabilidad, dificultad para concentrarse y síntomas gripales (náuseas, vómitos, dolor o rigidez muscular).
Por otro lado, algunos estudios indican que los niveles de dopamina también aumentan ligeramente tras el consumo de cafeína, otorgando una sensación de euforia parecida (aunque más leve) a aquella que nos ofrecen otras sustancias adictivas. Este factor es esencial para comprender la dependencia o adicción a la cafeína, ya que interviene en el sistema de recompensa del cerebro.