29 de noviembre del 2022
La sobreinformación y fake news en las redes digitales han amplificado mitos y mentiras que nos llenan de miedo y temores, lo que provoca afectaciones sicológicas para desarrollar fobias que hacen que llevemos al extremo los cuidados normales que se deberían de tener dentro de una pandemia. Una de ellas es la misofobia.
En países como Reino Unido afecta al 3% de los niños. La BBC relataba en 2010 el caso de un niño británico que lavaba sus manos hasta que le comenzaban a sangrar, sentía pavor ante el agua corriente incluso para ducharse y no usaba ningún retrete público.
En Japón se llama la Enfermedad de la Pulcritud –’Keppeki-sho’– y está muy extendida. Todos hemos visto a grupos de japoneses visitando nuestras ciudades con mascarillas. Para evitar que los niños japoneses padezcan misofobia, hay programas preventivos que los llevan a granjas para que se relacionen con los animales, las plantas y la naturaleza.
El problema es que la obsesión por la eliminación absoluta de gérmenes y a crear espacios totalmente neutralizados conduce a que seamos cuerpos sin desarrollo inmunológico. Hay un exceso de higienización que lleva a que seamos más vulnerables y más dependientes de toda la industria que vive de ello.
La misofobia suele derivar en sociofobia, pero sobre todo en mayor aporofobia: se sospechará más de los países pobres, de los barrios desfavorecidos, de las familias pobres, de las personas sin hogar, de los migrantes y refugiados, de todos los que tengan trabajos manuales, de todo aquel del que se sospeche que no está estandarizado según los nuevos cánones de limpieza social.
Lavarnos bien las manos y con frecuencia, ha salvado vidas. Ha hecho que todos seamos más prudentes e higiénicos. Ha elevado nuestra conciencia sobre la salud y los peligros evitables que se ciernen sobre ella.
Nos hemos vuelto escrupulosos con lo que tocamos y a quién tocamos. Pero la mayoría de la humanidad vivimos respirando la nube tóxica en que están inmersas nuestras ciudades.
Precisamente el ex-presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró que padece misofobia. Afirmó que nunca daría la mano a un maestro de escuela porque cree que en sus mesas hay más de 26 millones de gérmenes por metro cuadrado.
Esa razón le lleva, según él, a ser muy selectivo con los restaurantes donde come y trata de ir solo a aquellos que le ofrecen mayor seguridad alimentaria, lo cual incluye a los de comida rápida.
Es probable que la pandemia de coronavirus eleve la demanda de salud de la población. Sería una de las mejores enseñanzas que podamos aprender. Si somos racionales, eso se traducirá en una mayor inversión en salud en nuestro país y en el desarrollo de la salud de todo el planeta.