24 de septiembre del 2021
El deporte se puso moda hace tiempo. Desde hace unos años, proliferan los gimnasios, las carreras, los maratones, los ciclistas y los jugadores de pádel. Con tanto ejercicio, hay que tener un principio claro: la clave está en dosificarse.
De nada sirve correr una maratón con una edad avanzada, porque destrozará directamente los huesos. Tampoco machacarse en el gimnasio con ayuda de anabolizantes, porque perjudicaremos órganos como el hígado.
La doctora en Medicina por la Universidad de Alicante, especialista en depresión, trastornos del Sueño e Hipnosis Clínica, Marisa Navarro explica a Efe como los obsesos por el ejercicio físico van en aumento y cuáles son los principales riesgos de una mala práctica deportiva.
Cuando el deporte se vuelve un peligro, más que un aliado, puede desencadenar en una vigorexia. Se trata de un trastorno asociado a la adicción al ejercicio físico y a su práctica de forma compulsiva, de manera que las personas que lo sufren, además de ser más propensos a sufrir lesiones, tienen una visión distorsionada de su cuerpo y suelen tener una baja autoestima.
Ese trastorno puede desencadenar en cambios de nuestra alimentación. Otro de los problemas. Navarro defiende que el deporte tiene que estar acompañado de una alimentación equilibrada y saludable. No se trata de perder calorías para ponerlo como excusa e ingerir demasiadas grasas, azúcares o alimentos procesados por el otro, “porque las malas prácticas alimentarias acaban degenerando en alteraciones metabólicas y hormonales”.
La especialista advierte del peligro que suponen los anabolizantes que consumen algunos jóvenes y adolescentes que se machacan en gimnasios poco controlados para lucir un torso como una “tableta de chocolate”.
Ir por nuestra cuenta y consumirlos sin la supervisión de un especialista puede poner en riesgo nuestra salud. En concreto, podemos dañar el hígado por ingesta excesiva.
“Centrarse sólo en el beneficio estético, y acudir al gimnasio solamente con la intención de querer ser delgado, o para usar una determinada talla o estar supermusculado, buscando un modelo corporal concreto y basado en una estética determinada es un error”, señala Navarro.
Cada cuerpo es diferente: distinta estructura ósea, unos músculos y un metabolismo determinado. Si no asimilamos esta idea, puede llegar a generar un trastorno conocido como la dismorfofobia, una obsesión por defectos que percibimos en nuestra imagen corporal, ya sean reales o imaginados.
El ejercicio es bueno para nuestra salud y no hace falta ser un deportista de élite para notar sus beneficios. Por el contrario, realizar un deporte acorde con nuestras capacidades o fijarnos entrenamientos o metas muy altas, hace que tengamos más posibilidades de fracasar, lesionarnos o abandonar, no siendo capaces de generar este hábito tan saludable.
Es más, según la doctora, cuando no aceptamos que una lesión nos impide desarrollar el deporte que nos gusta o cuando las marcas, las metas o los entrenamientos ya no son o tienen la misma intensidad que antes, puede llevar a la depresión. El ejemplo lo encontramos en varios deportistas de élite.
Navarro recomienda cambiar de mentalidad. Hay que ver deporte como salud, no como competición, “pensando que en cada momento, edad o circunstancia podremos realizar un tipo de ejercicio físico, que es el que mejor nos va a sentar”.
Los beneficios de la práctica deportiva son muchos: combate la obesidad, la ansiedad, el estrés y ayuda para combatir enfermedades como la diabetes o los accidentes cerebro vasculares.