21 de octubre del 2020
Si bien todos sabemos que seguir una dieta rica en vegetales y alimentos integrales tiene un efecto positivo tanto en nuestra salud física como psicológica, excederse con algo, por más bueno que sea, puede tener consecuencias negativas. De hecho, obsesionarse con comer sano puede provocar aislamiento social, trastornos psicológicos y hasta la muerte.
El Dr. Steven Bratman, autor de Health Food Junkies, fue quien bautizó este trastorno de alimentación con el nombre de “ortorexia nerviosa.” Desde abstenerse a ingerir productos hechos a base de trigo hasta sumarse a la moda de dietas desintoxicantes, poco a poco nos vamos obsesionando con prácticas alimenticias que causan más daños que beneficios. A continuación, le presento algunos indicadores de “extremismo alimenticio” que lejos están de brindarle equilibrio. Si se siente identificado con uno de ellos o más, es posible que necesite optar por un régimen alimenticio más variado (o consultar a un profesional para que le brinde el apoyo que le hace falta)…
Puede que primero elimine el gluten para ver si las molestias estomacales desaparecen. A partir de allí, la obsesión por la vida sana puede apoderarse de su vida y, eventualmente, llevarlo a suprimir diversos grupos alimenticios como lácteos, azúcares, carnes y demás. Si bien es entendible que una persona decida seguir una dieta estricta para acabar con sus molestias una vez que la medicina tradicional ha dejado de ser efectiva, la restricción crónica puede privarnos de varios nutrientes y vitaminas esenciales.
Muchas personas con trastornos alimenticios confiesan haber recurrido a la restricción de calorías y al purgamiento para recobrar el control que no tienen en otras áreas de sus vidas. La ortorexia, o adicción a la alimentación saludable, funciona de manera bastante similar. Aquellos que siguen dietas extremas sienten que logran el control gracias a la abstinencia.
En nuestra cultura, comer sano es muy bien visto por la sociedad y aquellos que logran hacerlo son moralmente superiores que los que sucumben a la cultura de la comida chatarra. La habilidad de elegir “el camino de la iluminación nutricional” tiende a darnos derecho a juzgar y a ridiculizar a aquellos que comen “mal”.
Si los adictos a la comida saludable se sienten superiores cuando cumplen con lo establecido en sus planes alimenticios extremos, ¿qué ocurre cuando no siguen el plan? Como ocurre con cualquier otro trastorno alimenticio, cuando alguien con ortorexia se descarrila, se siente culpable, avergonzado y hasta desarrolla sentimientos de odio hacia su propia persona.
Quizás la única opción que le queda es desintoxicarse, deshacerse de todas las impurezas que ha ingerido. Para recobrar el sentimiento de control sobre ellos mismos, será necesario hacer aún más restricciones.
Si optamos por un estilo de alimentación que suprima distintos grupos alimenticios, es difícil aceptar invitaciones a cenar sin pensar en que tendremos que llevar nuestra propia vianda. Las personas con ortorexia no aceptarán la invitación si dudan de que el menú será preparado de la manera que ellos desean.
El aislamiento lo alejará de los almuerzos familiares, ya que cada vez se vuelve más desafiante comer lo que el resto nos ofrece. Además, las críticas de los miembros de su familia se vuelven insostenibles y comer en soledad se convierte en una opción mucho más segura y atractiva.
Desde pensar en comida y en preparar menús distintos con varios días de anticipación hasta discutir sobre alimentación y pasarse horas frente a su computadora u ordenador buscando recetas saludables, los adictos a la alimentación sana malgastan su tiempo pensando en comida.
Al desarrollar una obsesión, los ortoréxicos dejan de focalizarse centrarse en los demás placeres de la vida. Después de un tiempo, sus días terminan limitándose a nada más y nada menos que granos integrales y pechugas de pollo.
La adicción a las restricciones alimenticias también se vuelve problemática a medida que buscamos formas más saludables de comer. Evitar los carbohidratos refinados ya no es suficiente, por lo que acabamos suprimiendo todo tipo de azúcares o hasta comiendo sólo productos crudos. Con el tiempo, nos sorprenderemos al ver que nuestra dieta se ha reducido a granos integrales y pollo hervido.
A muchos adictos a la alimentación saludable les atrae la idea de comer una torta vegana de chocolate libre de gluten y azúcar en lugar del simple hecho de comerla. Después de un tiempo, el placer de comer y la alegría de compartir una pizza con amigos son reemplazados por lo que dicha comida representa (y no por cuán sabrosa es).
Cuando suplantamos el placer de comer por tener una mejor salud, nos olvidamos de otros componentes que aportan los mismos beneficios positivos (la emoción y la salud social, por ejemplo). Compartir una cena con amigos tendrá las mismas ventajas en su salud (sin importar qué coma) que devorar un puñado de troncos de apio.
Como ocurre con cualquier otra dieta, la idea de devorarse todos esos alimentos prohibidos se vuelve cada vez más atractiva a medida que pasa el tiempo. Esto nos lleva a caer en la tentación ante todos esos productos grasosos y azucarados, lo que posteriormente genera sentimientos de vergüenza, culpa y odio.
El ciclo de atracarse de comida y luego purgarse (por medio de ayuno y restricciones alimenticias) es un indicador claro del pensamiento “todo o nada.” Este vínculo poco saludable con la comida es común en aquellos con desórdenes alimenticios y es otro punto a considerar a la hora de evaluar la adicción a la comida saludable.
Cuando la obsesión por comer sano se vuelve un problema, las personas afectadas poco a poco dejan de realizar las actividades que antes tanto disfrutaban. Meses atrás nos encantaba ir al cine, pero el olor a palomitas de maíz con mantequilla es irresistible, por lo que evitamos este tipo de situaciones tentadoras por completo.
Además, tendrá que cruzarse con personas cuyas dietas son muy distintas a las suyas. Desde festivales hasta plazas de comida, el mundo comenzará a cerrarse en su extremismo alimenticio.