04 de septiembre del 2020
Tan solo en 2015 se realizaron en el mundo más de 21 millones de procedimientos quirúrgicos invasivos y no invasivos, según el último informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS).
Pero esto no significa que todas las personas que se realizan un retoque de nariz, una liposucción o un lifting facial tengan un trastorno de la personalidad, como explica la psicóloga Julia Vidal, especialista en trastornos del comportamiento alimentario e imagen corporal, tenemos que diferenciar el uso de la cirugía como “un acto razonado” para solucionar un aspecto específico, como “una solución a problemas emocionales”, o como una patología psiquiátrica.
Para el doctor Cristino Suárez, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética la clave para identificar el tipo de paciente en consulta, es saber interpretar la respuesta que le da a la pregunta: ¿qué es lo que no le gusta de usted? Cuando el paciente “no sabe definir lo que quiere”, “se ahoga en un mar de lágrimas” o confiesa que se ha operado varias veces, se avisa una luz roja que indica un posible problema, indica el especialista.
En el mejor de los casos -afirma el doctor Suárez- la persona que dice “tengo el dorso de la nariz muy grande y quiero tenerlo recto”, es un paciente que “siempre va a ir bien”, porque sabe lo que quiere. En cambio, si la persona dice: “es que cuando yo me agacho en la esquina de la calle, y el sol está en contra, me proyecta una sombra de la nariz de un milímetro que no me gusta”, es posible que este paciente tenga un trastorno dismórfico corporal.
En concreto, los especialistas se refieren a cuatro tipos de pacientes: los sanos, los que pasan por un momento difícil, los adictos a la estética y los dismorfofóbicos. “El paciente sano es aquel que por ejemplo tiene un complejo porque sus orejas son abanicadas; de antemano se sabe que es una cirugía vencedora”, subraya el doctor Suárez.
“Hay personas que están insatisfechas con la vida y deciden operarse en momentos complejos, como una ruptura de la relación”, explica Vidal, quien es miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, y resalta que este “es un tipo de población con un estado emocional negativo”.
Esto se ve claramente cuando llega una mujer a la que su pareja le ha confesado que le gustan los senos voluptuosos de la vecina, y por tal motivo, decide hacerse un aumento mamario, explica el doctor Suárez.
El problema de este tipo de pacientes es que fijan el resultado de la operación con el éxito que tenga en su relación y no con la satisfacción propia. Los médicos les recomiendan, aplazar la decisión de operarse y regresar en un año, cuando hayan resuelto su situación sentimental.
Para definir el perfil del adicto, el doctor César Casado, secretario general de la SECPRE, advierte que “no es adicto el que se hace varias intervenciones, sino aquel que tiene muy poca tolerancia al envejecimiento, y ante el más mínimo signo del paso de edad, quiere recurrir al acto quirúrgico”.
Es el caso de la “paciente de 45 años, que se manda a eliminar las bolsas de los ojos, se pone botox, se sube el pecho, y va creando una auto-satisfacción con cada operación que, al fin y al cabo, la estimula a meterse en la siguiente” sostiene el doctor Suárez.
Por su parte, la psicóloga opina que en estos casos a través de varias sesiones de terapia se puede lograr que la persona reflexione sobre qué es lo que se pretende obtener con ese cambio. “Muchas veces, cuando se dan cuenta que eso lo pueden conseguir sin modificar su imagen, les sorprende mucho” afirma Vidal.
Una de las causas del aumento de este tipo de pacientes, señala el doctor Casado, se debe al aumento del intrusismo médico de especialistas que se “autodenominan estéticos”, y por la publicidad, sobre todo en Estados Unidos o Latinoamérica, los pacientes tienden a “banalizar las intervenciones”, y a “pensar la cirugía estética como un producto de consumo“.
Es por eso que remarca la importancia de “poner en consideración que se trata de un acto médico, y por tanto, tiene unos riesgos y posibles complicaciones para la salud”.
En el extremo de la búsqueda de la perfección, aparecen los pacientes que son dismorfofóbicos. “Esto se da cuando la persona ve como un trastorno, una situación que es correcta, o da excesiva relevancia a un aspecto que no lo tiene”, sostiene el doctor Casado.
“Son personas que tienen una obsesión centrada en el cuerpo y harán lo que sea por rectificar lo que no está bien” declara Vidal, y advierte que no se detienen ante la negativa de un médico, sino que buscan a otro especialista que les haga el procedimiento.
Por ejemplo, es un paciente que consulta porque “tiene un reborde de los pechos que no le gusta y no está satisfecho”, explica el doctor Casado, o puede ser la mujer que llega con unos implantes mamarios “enormes” y dice que tiene los senos “demasiado pequeños” y que quiere aumentarlos.
Ante esta situación, el doctor Casado considera que se debe actuar inmediatamente, utilizando “técnicas de comunicación verbal, que no den espacio a la duda, y hacerle ver al paciente que tiene que acudir a un médico especializado en psiquiatría, porque con la cirugía no va a resolver al problema”.
Para Vidal, en el fondo “lo que sucede con la cirugía es un poco lo mismo que con el dinero, piensan que a través de la cirugía van a ser felices, y luego cuando se operan, se dan cuenta que no”. Además, la psicóloga insiste en que se debe evitar buscar la felicidad a través de la estética, y si se desea una cirugía correctiva, lo recomendable es “tomar una decisión meditada, pensada, y no impulsiva”.