08 de julio del 2020
EN LA MEDIANA EDAD, la impresión de que las necesidades cotidianas nos consumen y de que las alternativas se nos escapan de las manos nos hace creer que estamos atrapados en el presente. Pero la mayoría de las veces sobrevaloramos esas ideas. Ante la pregunta: ¿esto es todo lo que hay?, debemos asumir que el pasado es imperfecto e inmutable y reconciliarnos con él para vivir más plenamente el presente.
En los años sesenta, el psicoanalista canadiense Elliott Jaques propuso el término “crisis de la mediana edad” en su artículo La muerte y la crisis de la mitad de la vida. Jaques citó a Dante, que en la tercera década de su existencia se lamentaba: “A medio camino en el viaje de la vida, me encontré en un bosque oscuro, con el camino correcto perdido”, y a otros, como Miguel Ángel, que completó el David a los 29 años, la Capilla Sixtina a los 37, el Moisés a los 40 y a partir de entonces se sabe poco de su productividad hasta los 55, cuando empezó el monumento de los Médici. Uno de los enigmas más intrigantes de la psicología del desarrollo ha sido el mito de la crisis de la mediana edad, a pesar de que nunca fue concebida como totalmente negativa y de que Jaques la había vinculado con un renacimiento creativo del individuo. Según el autor, el éxito de la creatividad de la mediana edad reside en la tolerancia de las imperfecciones en uno mismo y en otros. Esta “resignación constructiva” nos da la posibilidad de disfrutar de la madurez y de vivir con el conocimiento consciente de nuestra finitud. Permite a la creatividad adquirir nuevas profundidades. Solo así la imperfección inevitable, lejos de ser un amargo fracaso que nos atormenta, admite que lo perfecto ceda su lugar a “lo suficientemente bueno”.
“La idea de que la crisis es inevitable resulta dañina para la salud y es capaz de desencadenar una profecía autocumplida”
El amplio estudio sobre la mediana edad titulado MIDUS (acrónimo en inglés de mediana edad en Estados Unidos), organizado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, comenzó en 1995 con la recopilación de información acerca de 7.000 adultos de entre 25 y 75 años y se ha prolongado durante más de 20 años. Los adultos de edad avanzada muestran niveles de bienestar psicológico más altos que los de los jóvenes y las personas de mediana edad. Otro estudio conducido por Blanchflower, del Dartmouth College (EE UU), y Oswald, de la Universidad de Warwick (Inglaterra), en el que se ajustaron los parámetros de salario, estado civil y empleo, concluye que el nivel de satisfacción tabulado por edades tiene la forma de una curva en U, en la que el bienestar es alto en la juventud; declina en la mediana edad, con su punto más bajo a los 46 años, y alcanza la cúspide en la edad avanzada, en lo que se conoce como la “paradoja del envejecimiento”. Los resultados fueron similares en hombres y mujeres.
Sin embargo, los hallazgos de seguimiento a largo plazo del estudio MIDUS cuentan una historia diferente de la curva en U: la mayoría de los adultos de mediana edad afirman que están satisfechos con su vida; incluso esperan un incremento de esa satisfacción en el futuro. Su optimismo puede motivarlos para lograr sus objetivos. En esta interpretación, la crisis de la mediana edad podría entenderse como una declinación predecible en la satisfacción con la vida, tras la angustia tumultuosa anterior. “¿Cómo puedes no sentirte abatido y abrumado por el pánico?”, pregunta el psicoanalista belga Paul Verhaeghe, “cuando vives en una meritocracia (…), cuando te evalúan sin cesar y te dicen que no te estás esforzando lo suficiente”. Otra cosa es la crisis que afecta a un 10% de los adultos de entre 40 y 60 años, desencadenada por sucesos como el divorcio, la pérdida de empleo o los problemas de salud que pueden ocurrir a cualquier otra edad; esta última crisis hay que analizarla por separado.
A menudo la curva en U se ha interpretado erróneamente como la evidencia de crisis de la mediana edad. De acuerdo con la psicóloga Margie Lachman, de la Universidad Brandeis (EE UU), “la idea de que la crisis en la mediana edad es inevitable resulta dañina para la salud y es capaz de desencadenar una profecía autocumplida. Puede llegar a usarse como justificación para un comportamiento impulsivo o como explicación de estados de ánimo negativos”. La respuesta radica no tanto en el qué hacer como en adoptar formas de pensar acerca de uno mismo que permitan manejar creativamente las expectativas, los arrepentimientos y los fracasos, el torrente de actividades y la reducción de posibilidades.
Cultiva tus relaciones, recuerda que construimos nuestras identidades a través de la interacción. Considera que una mejor comprensión de la naturaleza de la mediana edad facilita la armonía intergeneracional. Los años intermedios de la edad adulta están dotados de un cúmulo de experiencia, al mismo tiempo que mantienen niveles moderados de habilidades de procesamiento, quizá la combinación ideal.