27 de agosto del 2019
Dismorfobia y cosmeticorexia son palabras extrañas y cuyo significado desconocemos, sin embargo, tras ellas se esconde algo más simple y con palabras más claras: adicción a la estética. La eterna juventud, sentirse guapo, y obsesionarse con la imagen puede llegar a ser un problema.
Así pues, los adictos a la cirugía plástica buscan tratamientos extremos para conseguir la nariz, los labios o los pechos perfectos, sin darse cuenta de que no existe un rostro o un cuerpo perfecto. Tras la cirugía, los adictos siempre encontrarán ''algo'', una imperfección imaginaria para volver al quirófano una y otra vez. Dentro de este grupo también existen pacientes que se encuentran siempre en la búsqueda de la perfección, donde suelen ver una incorreción o un pequeño defecto como algo exagerado, dándole una importancia que no tiene. Este tipo de pacientes, que tienen unas expectativas poco realistas y no se dejan aconsejar, son personas con un trastorno dismorfofobico.
En este sentido, la dismorfofobia, trastorno dismórfico corporal (TDC) o síndrome de distorsión de la imagen, es un trastorno de la percepción y valoración corporal que consiste en una preocupación exagerada por algún defecto inexistente en la apariencia física, o bien, en una valoración desproporcionada de posibles anomalías físicas, que pudiera presentar un individuo aparentemente normal.
Quienes sufren este trastorno son personas temerosas respecto a la opinión que otros puedan tener sobre ellas o su físico. Pueden llegar a verse como ''monstruos'' o ''deformes'' porque tienen una imagen distorsionada de sí mismos, cuando en realidad son muy normales. Eso les genera una gran ansiedad y tienden a no racionalizar. Además, esta percepción afecta a su vida cotidiana, haciendo que sean inseguros e infelices.
La eterna juventud, sentirse guapo, y obsesionarse con la imagen puede llegar a ser un problema
Y es que, según la psiquiatra y experta en la materia Raquél Fernandez, de la clínica Ishtar Beauty, antes de someterse a una operación de este tipo, ''los profesionales que les atienden deberíamos examinar los aspectos de la personalidad, la estabilidad emocional y las expectativas del paciente. Muchas veces existe en ellos la creencia que un cambio físico también les va a conducir a un cambio psicológico, de ahí la importancia de las expectativas de cada paciente, teniendo claro que en este caso el plano estético ha de quedar por encima del psicológico. Hay personas que piensan que al tener un aspecto físico estandarizado serán queridos y aceptados socialmente''.
Según la especialista, ''hay que poder contestar a la pregunta: ¿qué esperas de tu cirugía estética? Cambiar el plano físico y estético es bueno y nos ayuda a sentirnos mejor, pero nunca debemos supeditar estar bien a un cambio físico, debe ser una ayuda, no una obligación. Todas somos capaces de percibir alguna característica que no nos gusta y corregirla. Eso no es negativo y puede que alguna intervención estética ayude a mejorar nuestra imagen personal''.
Asimismo, dentro del mundo de la estética y fuera de la cirugía, encontramos otra patología: la cosmeticorexia o adicción a las cremas. Se trata de esas personas que piensan que cuanto más mejor y que acumulan botes y tarros de diferentes cosméticos haciendo parecer el baño una perfumería.
Para Raquel Fernández, ''esta preocupación excesiva y obsesiva por la cosmética acaba pasando factura y convirtiéndose en otro trastorno conductual, todo esto motivado por un ideal de belleza poco realista, muy relacionado con el miedo a envejecer. Es importante ser conscientes de nuestra edad, nuestro ritmo de vida, las necesidades de nuestra piel. Todo esto queda muy alejado de la verdadera función de la cosmética que es el cuidado de nuestra piel, proporcionarle una buena hidratación y limpieza utilizando los productos en las cantidades adecuadas''.
En lo que se refiere al bótox, hay que señalar que tiene detractores y defensores. Entre sus detractores, quienes aseguran que crea adicción. Al durar solo unos meses, hay que inyectarse de nuevo. Como con cualquier otro tratamiento estético, la adicción al bótox viene determinada por el estado psicológico del paciente. El bótox nos hace encontrarnos bien, porque nos vemos bien y eso consigue que aumente nuestra autoimagen.
Es muy importante valorar el perfil psicológico de cada paciente antes de iniciar cualquier tratamiento de medicina estética. ''Debemos tener cuidado con el paciente que acude pasado un breve periodo de tiempo a hacerse un nuevo retoque, porque tal vez se esconde debajo otro problema más grave; puede que la persona esté ocultando un trastorno aún mayor producido por una causa emocional'' indica la especialista de Isthar Beauty.
Por tanto, el mejor tratamiento para la adicción a las cirugías estéticas, especialmente si es un resultado de trastorno dismórfico corporal, es la terapia.